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11, febrero 2024 - 19:15

┃ Alvaro Zaldaña/ ENVIADO

Las Vegas, la ciudad que albergo el Super Bowl LVIII. Foto: AFP

LAS VEGAS-. Una invasión rojiblanca se vivió en la ciudad de Las Vegas este domingo. La siempre conocida capital del pecado y de las apuestas, por algunas horas, se convirtió en el olimpo deportivo y familiar que tanto le gusta presumir a la NFL con la llegada de miles de aficionados de Kansas City y San Francisco para el Super Bowl LVIII en el Allegiant Stadium.

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Hasta cierto punto no sorprendió que durante toda la semana fueran los 49ers los que se adueñaron de las calles en la ciudad de Nevada, reconocibles por entonar su canto de guerra “niners, niners”, cuando veían a otro colega. Pero el día del encuentro llegaron sus similares del equipo rival para igualar las cosas el “Go Chiefs” y para retarse “gentilmente” a batallas de aficiones.

En las inmediaciones del Allegiant los controles de seguridad tomaron hasta cuatro cuadras de distancia, con rigurosas medidas. Varios detectores de metal, escáneres, perros entrenados para buscar droga y demás herramientas que ayudaron a que el evento se llevara a cabo con la menor de las amenazas. Debido a esto, los ingresos fueron bastante lentos.

Pero una vez superados los cercos de seguridad la fiesta se encontró inmediatamente. Tras caminar por un pasillo con paredes moradas, por ser este el color de la edición del Super Bowl, el tono rojo invadió cada centímetro del inmueble con un ambiente familiar. Las bebidas alcohólicas por montón, así como las botanas como hot dogs, nachos y papas fritas siempre estaban en manos de los asistentes como si de una obligación se tratara.

LAS VEGAS LA CIUDAD DE LAS APUESTAS Y EL PECADO

Mientras del lado izquierdo los fans de San Francisco tenían una fiesta con música pop y también latina, los de Kansas City optaron por el country y rock and roll antiguo. Dos culturas totalmente distintas, pero igual de apasionadas. Al mismo tiempo, en el cielo una avioneta daba rondines con una bandera gigante de una promoción a un casino, y algunos drones sincronizados escribieron en el con humo el nombre del estadio en los aires. Un espectáculo que solamente la NFL podría hacer.

La parte negativa estaba en el otro lado de las rejas. Esas que separan a los apasionados asistentes al partido más esperado de la temporada, de los que no tienen la fortuna, ni el dinero para lograrlo y solamente les queda el deseo y la imaginación de que alguien sea tan amable para regalarles un boleto.

Por un par de horas, Las Vegas dejó el tenso ambiente de ludopatía de lado, para transformarse en el olímpo del deporte que tanto intentan sus autoridades desde hace tiempo y que, poco a poco, logran completar la metamorfosis.