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Mi vida sin el deporte. José Ángel Rueda
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José Ángel Rueda

16, junio 2020 - 8:11

Mi vida sin el deporte

Regresó el futbol en España, aunque con sus respectivos cambios. Adentro de la cancha las cosas siguen igual: Real Madrid y Barcelona no acusaron el parón, y siguen con sus instinto asesino en busca del título, y para fortuna de todos Messi sigue siendo Messi. Donde sí cambiaron las cosas fue afuera, pero ya se sabía. El hecho de un regreso a puerta cerrada era algo parecido al precio que había que pagar para volver a disfrutar del futbol. Más allá de la alegría propia del juego, la soledad de las gradas evoca cierta tristeza, como un recuerdo propio de esos días donde el estadio quedaba sin público a consecuencia de un veto, como pagando un castigo. Ahora no hay castigo, porque nadie hizo algo malo, pero para el caso es lo mismo.

Conscientes de eso, en su vía de escape, los clubes y las ligas y hasta las televisoras han buscado la manera de aminorar la nostalgia, y vestir de alguna forma las transmisiones. Han sido muchas las ideas. En Alemania, por ejemplo, apenas rodó la pelota y en algunas gradas aparecieron cartones con la cara de los aficionados, como si se tratara de una serie de portarretratos que le dan vida a un cuarto vacío. Otros más optaron por el colorido de los peluches, acomodados a lo largo de la tribuna y que acaso lograban darle algo de vida a las tomas de televisión.

En España, muy al principio, surgió la idea de crear una aplicación donde los aficionados pudieran enviar sus gritos para proyectarlos en los parlantes de los estadios, porque el miedo al silencio era tanto y porque también buscaban alentar a sus futbolistas, como para no perder el valor del empuje de una ciudad entera, pero no se concretó.

En cambio, las televisoras sí buscaron algunas opciones, como quien trabaja afanosamente en la escenografía de una obra de teatro. Entre otras cosas, dieron la posibilidad al público de activar aficionados virtuales. La experiencia ofreció una mezcla extraña, porque a la realidad se le unió un mundo virtual que hasta el momento solo habíamos visto en los videojuegos. Es decir, fuimos testigos de la unión de dos mundos que hasta entonces parecían separados para siempre. El experimento dividió opiniones, porque el público apenas parecía un mosaico brillante que iluminaba la grada, pero carecía de rostros y de emociones. En pocas palabras,era frío.

También había la opción de activar el sonido ambiente, grabado en partidos pasados, como una buena manera de lidiar contra el silencio. El futbol también vive en sus sonidos, en los cánticos de los seguidores que pesan sobre los ánimos de los jugadores, y que hacen del juego una fiesta. Ese futbol que se siente en los silbidos que caen en los árbitros como juicios, en los suspiros cuando el balón pasa apenas pegado al poste. En los gritos cuando la pelota besa la red, y en el silencio cuando el balón finalmente conquista los terrenos propios. En los oles que agradecen casi por instinto una jugada que sale de la chistera. Los nuevos aficionados al futbol miran desde su casa, esperando que todo pase pronto para volver a los estadios.