La cancha del estadio La Corregidora en Querétaro tiene uno de los más amargos recuerdos para Pumas. Fue en ese recinto, cuando recién se estrenaba, que los auriazules perdieron una final ante su máximo rival. La disputa por el título de la temporada 84-85, con la polémica arbitral de Joaquín Urrea, será rememorada siempre por los fanáticos universitarios recalcitrantes.

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Fue justo en ese sitio, donde los felinos se jugaron la vida en búsqueda de asegurar el play-in o lograr la hazaña de colarse entre los primeros seis de la tabla general. Lejos de tener aquella noche triste en el campo emplumado, los aficionados decidieron portar con orgullo la playera auriazul y hacer una invasión a la cancha del Querétaro.

Lejos de encontrar la clásica porra felina, la Rebel, en algún sitio del estadio, fueron las familias las que se caracterizaron por llegar a uno de los inmuebles que más futbol palpan en México.

Desde los más veteranos con sus playeras de Cabinho y Jorge Campos, hasta las pelucas con los inmensos rizos que caracterizan al Chino Huerta, los aficionados auriazules comenzaron a arribar cerca de una hora antes del inicio del compromiso.

Querétaro no dejó solo a su equipos ante la invasión de Pumas

Los Gallos Blancos también arribaron, una parte de los locales creyeron en la clasificación, todo estaba en el pico de los blanquiazules, por eso no dudaron en acudir, aunque fueron minoría tanto en la previa, como en la grada.

El recinto supo que el juego era de Liguilla, las porras eran sonoras conforme el partido se acercaba. El clásico Goya retumbó en todo momento, mientras los abucheos se hacían menos conforme el característico verso felino se terminaba. En algunas zonas hasta se entonó el himno deportivo universitario.

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La fiesta en el Corregidora fue total, Gallos y Pumas no le fallaron a sus equipos, en la que muchos consideraron la mejor entrada del campeonato, incluso por encima de las visitas de Tigres y Cruz Azul.