José Ángel Rueda
11, junio 2020 - 2:00
Sevilla, Betis, y los ecos de una ciudad
POR JOSÉ ÁNGEL RUEDA
Como si se tratara de un deporte recién inventado, los aficionados del futbol esperan la reanudación de las Ligas con el fervor que merece la primera vez. Una a una las van tachando en el calendario, con la ilusión de que un buen día todo vuelva a ser como antes. Por lo pronto, así como lo hizo la Bundesliga hace unas semanas, llegó el turno de la Liga española, con su morbo casi intacto en esa carrera absoluta entre el Barcelona y Real Madrid por ver quién levanta finalmente el trofeo del torneo en el que nada será igual. Apenas los separan dos puntos y 11 partidos por disputar.
Contrario a lo que se pensaba, la Liga se guardó a sus dos grandes equipos para el fin de semana, en cambio montó la ilusión de la vuelta con el partido entre el Sevilla y el Betis, un derbi que había quedado congelado, que ahora se confirma como el punto de partida y que tendrá en su abolengo la responsabilidad de reavivar el fuego de una rivalidad que amenaza con apagarse ante el frio que emana de las gradas vacías.
En todo caso, el estadio Ramón Sánchez Pizjuán contará con los ecos de una ciudad entera que vivirá el duelo con sus costumbres nuevas, porque todo es nuevo después de esta pandemia, hasta el futbol y la forma en la que se vive. Y que cuando caiga un gol, de uno u otro equipo, gritará desde sus balcones, desde el norte hasta el sur de Sevilla; acaso la emoción del grito se mezclará con el acento arrebatado, por momentos incomprensible de los andaluces, y visite, tal vez, el Benito Villamarín, y esa misma voz viaje a través de sus calles estrechas, y recorra los cinco kilómetros que separan a un estadio del otro, y llegue en forma de rumor a la cancha y acompañe sus secretos más íntimos.
Esta no será la primera vez, sin embargo, que un derbi sevillano se dispute sin el calor del público. Ya antes, en el 2007, en la vuelta de los cuartos de final de la Copa del Rey, el calor incluso fue tanto que la violencia entre sus hinchas se desbordó, y en la cancha del Betis, un botellazo cayó de lleno en Juande Ramos, y el entonces técnico del Sevilla abandonó el campo en camilla y con mareos. Entonces la Real Federación Española de Futbol sentenció que los 33 minutos restantes del duelo se disputarían en el exilio, en el campo del Getafe, a puerta cerrada. Sevilla se llevó el triunfo, aunque a su modo, ambos perdieron una parte de su gloria.
Un exilio parecido a los campos vacíos, como esos terrenos desconocidos propensos a los silencios extraños. Tan extraños que en España, en las últimas horas han surgido versiones de que los aficionados podrán elegir una transmisión con el ruido del público previamente grabado, como un antídoto contra la pesadilla. También podrán activar la opción de un público virtual que le dé un poco de color al graderío. Claro, todo eso será opcional, porque hay quien no tiene problema con dedicarse a ver el futbol, que, en todo caso, es lo que realmente importa.
EL DATO
Busca revancha
El pasado 10 de noviembre, Sevilla se impuso 2-1 al Betis en el estadio Benito Villamarín, con goles de Ocampo y De Jong.
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