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17, agosto 2021 - 15:01

┃ José Ángel Rueda

Afganistán

José Ángel Rueda

Foto: Cortesía | Khadila Popal

La invasión de Kabul por parte de los talibanes echó para atrás el tiempo. Mientras el régimen avanzaba por la capital de Afganistán y el presidente Ashraf Ghani abandonaba el país, los esfuerzos de las mujeres afganas durante las últimas dos décadas por hacer valer sus derechos quedaban en la nada. Ante la desesperación que supone la pérdida súbita de la libertad, las mujeres deportistas, es decir, aquellas que a través del deporte han buscado hacer realidad la complicada transición hacia la democracia, alzaron la voz para denunciar la situación tan delicada que se vive en el país de medio oriente.

La caída de la capital afgana representa un duro golpe a la lucha por una igualdad de género que avanzaba a cuentagotas, pero avanzaba. Regidos por la ley Sharía, o ley islámica, el mando de los talibanes prohíbe a las mujeres realizar actividades fuera de casa sin la compañía de un hombre cercano, es decir, el esposo, padre o hermano. Tampoco pueden estudiar en universidades ni reír fuerte para que ningún hombre desconocido escuche el tono de su voz, entre otras prohibiciones que atentan directamente contra las garantías humanas.

DEPORTE EN PAUSA

El deporte femenil no escapa del autoritarismo de los talibanes. Según sus leyes, las mujeres afganas no podrán realizar actividades deportivas, tampoco podrán andar en bici o subirse a una motocicleta, en un golpe directo a la cotidianeidad. El regreso súbito de un régimen que ya en la década de los noventas habían infundido el terror entre sus habitantes, cierra de golpe los sueños de cientos de mujeres que habían comenzado a hacer del deporte una forma de vida.

La taekwonodoina Zakia Khodadadi se quedó a unos días de convertirse en la primera mujer afgana en participar en unos Juegos Paralímpicos. La situación tan convulsa que se vive en el país de medio oriente imposibilitó el viaje de una delegación que apenas contaba con dos representantes, sin embargo, su fuerza radicaba en el valor simbólico.

La historia de Khodadadi es la misma que la de otras atletas que ante la incertidumbre han decidido poner pausa a sus planes. Tal es el caso de la basquetbolista Nilofar Bayat, capitana del equipo de silla de ruedas de Afganistán, quien, a pesar de sus esfuerzos, ahora mismo no ve claro un futuro en su país.

Tengo miedo. He trabajado muy duro por lo que tengo ahora, pero los talibanes destruyen todo en un minuto y eso significa que destrozan mi vida. Mi futuro es negro. Quiero dejar mi país porque no hay forma de que me quede aquí. A los talibanes no les gustan las mujeres como yo, que luchan por sí mismas y por ayudar a otras mujeres que quieren defender sus derechos y mejorarlos. No sé dónde podré ir, pero quiero irme tan pronto como pueda para estar a salvo”, expresó para RTVE Nilofar Bayat, quien en 1992 sufrió un problema en la médula espinal luego de que un misil impactara en su casa y matara a su hermano. Eran los tiempos de la guerra civil.

Algo parecido sufre la futbolista Khadila Popal, integrante de la Selección Femenil de Afganistán, quien apenas hace unos meses alentaba a las mujeres afganas a practicar deporte en busca de nuevas formas y ahora, ante la caída del gobierno en manos de los talibanes, se ha visto obligada a borrar todo rastro de una vida que ya no puede ser.

“Las he alentado a que eliminen sus canales de redes sociales, fotos, que huyan y se escondan. Me rompe el corazón debido a que todos estos años hemos trabajado para incrementar la visibilidad de las mujeres y ahora le estoy diciendo a mis mujeres en Afganistán que se escondan y desaparezcan. Sus vidas están en peligro”, dijo Khalida a la agencia AP.

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LUCHA CONSTANTE

La historia reciente de Afganistán relata la vida de mujeres que han enfrentado al régimen con valentía. La ciclista afgana Masomah Ali Zada participó en los Juegos Olímpicos de Tokio con el equipo de refugiados, sin embargo, antes, fue golpeada y lapidada en su país por andar en bicicleta con ropa deportiva, y no con el burka, el traje musulmán que cubre a las mujeres de la cabeza a los pies.

“Sabía que estaba en peligro, pero nunca imaginé que la gente podría pegarnos por eso. Ir a los Juegos Olímpicos no sólo es por mí, es por todas las mujeres de Afganistán y de otros países como Afganistán donde no tienen derecho a ir en bici”, dijo la atleta a la AFP días antes de su participación en Tokio 2020.

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