Carlos Ruiz Villasuso
21, julio 2020 - 3:00
La vieja normalidad
Entre ertes, despidos, apretones de cinturón, tele conferencias, vacas y machos al matadero, colas del hambre en muchos casos, persecuciones al ministro Uribes como si fuera propietario del maná, reuniones sobre reuniones, debate sobre costes de los festejos, decenas de normativas sobre aforos en plazas de toros, el toreo, como un algo colectivo, se activa en cuenta gotas alojándose en un novísimo lugar: la vieja normalidad. Que se traduce en sálvese quien pueda, pero yo primero.
Era marzo, en el inicio de esto tan brutal, y se hablaba de ir a los pueblos, dar toros en aquellos lugares de menos costes, abaratando éstos. Mirar hacia la base del toreo, novilladas y corridas de bajo presupuesto y festejos con los toreros llamados emergentes. De eso de hablaba.
Pero el resultado de un contexto excepcional ha sido que la nueva normalidad, es decir, las decisiones novedosas excepcionales que demandan estos tiempos, se han traducido en una vieja normalidad. Los que pueden por su lugar de privilegio ganado se juntan para anunciarse. Uno por delante y otro por detrás. Los que pueden buscarse la vida en una corrida que les permita poner su sombre, lo hacen. Novilladas, mejor no, gracias y los llamados “emergentes” ni un pitón. Un año excepcional en estado de excepción con la viejo actuar de astutos hilvanadores ejerciendo de ajedrecistas estrategas.
Yo esperaba que una figura se anunciara donde fuera con dos novilleros. Que otra lo hiciera. Que se anunciaran a los más nuevos del escalafón. Un algo que meneara el árbol, que agitara un toreo cuyas figuras, que lo son por méritos propios, quede claro, suman ya tantos años de alternativa que lo más lógico por ley natural es que su impacto en taquilla no sea el más deseado. Y, por tanto, ellos y todo el toreo deberían estar buscando nombres nuevos. Con urgencia, con constancia.
Y no estoy hablando de un año en el que el España anda sin rumbo definido (porqué lo había de tener el toreo) sino pensando en el año que viene. Si no hay una vacuna, eso de 23.000 en Madrid treinta tardes, mejor lo olvidamos. O Sevilla, sus miles donde tardes hombro con hombro rozado a 30 grados. Hablo de reinventarse, eso de lo que se hablaba en marzo, todo el mundo. Nos hemos reinventado sobre lo mismo. En parte porque los tiempos no dan para reinventarse y en parte porque no hay alternativa ni al uno por delante y otro por detrás ni a los juegos de tronos cansinos.
Carlos Ruiz Villasuso
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