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Gachupineando
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Carlos Ruiz Villasuso

9, junio 2020 - 2:30

Gachupineando

La pasión lo es todo

El toreo es animal, no es mascota. Un día, después de ver una corrida, escribí que el toreo es la fiera que no cabe en jaula alguna. Pasión. Leo a Pablo Neruda, la pasión lenta: “Quiero hacer contigo lo que la primavera hace con los cerezos”. O eso el toreo, o no es nada. No hay muralla más alta ni mejor defendida contra la razón, contra lo científico o lo técnico, que esos sucesos del toreo que se aparecen para sacudir de golpe a toda la sangre del cuerpo.

La envenena sin vacuna posible, mata sin que te mueras. Y, cuando eso pasa, a la hora de escribirlo, la muralla es inmensa. El toreo protege el milagro de su arte porque es pasión. Y la pasión es orgullosamente celosa de su pasión: no permite otra al lado. Escribir sobre esos sucesos de magia del toreo es el ejercicio literario más exigente que pueda existir en el mundo. Unas veces al año, camino del teclado, vas camino del calvario. Siempre pensé que era posible escribir sobre lo vivido con la misma intención con la que, el torero dio ese lance, con la mismo resultado pasional que ralentizó un natural o con la misma épica que despreció la muerte frente a la ira de los pitones. Si alguien torea apasionadamente, si alguien con la muleta sobre la yema de los dedos hace por primavera lo que esta estación hace con los cerezos, uno escribe desde lo inalcanzable.

 

Tu pasión o talento sobre el teclado jamás llegará a acercarse a esa pasión cuyo arte es, insisto una vez más, superior en grado máximo al de cualquier cuadro, escultura, obra literaria o poema. Yo he visto a varios toreros empequeñecer a Neruda, a Picasso, a Velázquez. Sus pasiones no alcanzaron nunca a hacer a los corazones lo que la primavera hace con los cerezos. Pero siento que la pasión en el toreo va camino de recorrer el mismo camino que ha recorrido en lo social común: alcanzar el estado de decadencia. Y, al relance, la emoción se declara en estado en quiebra. El toreo ha alcanzado cotas tan razonables de razón que lo hacen irreconocible. Todo es una huida del fallo, del error, una ausencia de osadía, una educación hiper actuada manifiesta en manifestaciones, una muleta mil veces donada, una declaración dirigida a lo correcto, una disciplina de formas y fondos destinada a que la sociedad no me vea como soy, sino que me acepte como no soy. Un hastag. Un twitt. Un selfi sobre mi cornada. Un censurar la sangre. Un que no se vea la herida por desagradable. El toreo, o regresa a su pasión, o es algo más entre la nada.