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18, diciembre 2022 - 20:20

┃ David Segoviano / ENVIADO

Argentina logró su tercer campeonato del Mundo en Qatar. Fotos: Érik Estrella

Doha.- En el futbol, la diferencia entre las figuras y los inmortales, es la devoción que éstos despiertan. Cuando levantó la Copa del Mundo en el Lusail Stadium, Lionel Messi se volvió eterno y Doha, su suelo sagrado.

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Porque en la capital de Qatar, sede del primer Mundial de futbol en territorio árabe, el culto al 10 argentino creció de a poco desde el debut con derrota ante Arabia Saudita hasta su consagración ante una Francia que, en las piernas de Kylian Mbappé, tiene a su propio ídolo para el futuro.

Doha empezó la fiesta temprano y así estaba planeado desde hace años, cuando hicieron coincidir la fecha de la final con el Día Nacional, en honor del jeque Jassim Bin Mohammad Bin Thani, creador del Estado de Qatar.

Antes del partido, una formación de cinco aviones de la Qatar Emiri Air Force (QEAF) cruzaron el cielo en Lusail City, pintando líneas de humo blancas y púrpuras, los colores nacionales. Así iniciaban los festejos.

En Al Corniche, el Fan Fest de FIFA dispuesto para que los aficionados sin boleto disfrutaran el ambiente mundialista sin estar en el estadio, se vio rebasado y tuvo que cerrar sus puertas horas antes del juego, como sucedió el 20 de noviembre, día de la inauguración.

Souq Wakif, la zona del tradicional mercado, también se vio inundada por miles de aficionados que llegaron a sus restaurantes a ver el partido.

Mientras, afuera del estadio, un triple retén de seguridad impedía a la afición acercarse si no tenía boleto, mientras decenas de aficionados argentinos, desesperados, negociaban con revendedores los boletos que superaron precios de 2,500 dólares, y eso, ya empezado el juego. La devoción a veces tiene un alto precio.

“Lo pagamos con gusto”, dijo Esteban tras el partido, un bonaerense de 35 años que viajó a Doha luego de que la Scaloneta superara a Países Bajos en penaltis en los cuartos de Final. “Sabíamos que este equipo nos haría Campeones, y aquí estamos, y lo vivimos”.

El sentimiento se multiplica entre los miles de argentinos que caminan y se mezclan con miles más de locales que lucen playeras albicelestes y los acompañan rumbo a Lusail Boulevard para presenciar el desfile de los campeones.

Casi tres horas esperaron todos en las calles atestadas hasta que un murmullo se convirtió en grito y el grito el alarido. El autobús de dos pisos sin capote dispuesto para trasladar a la Scaloneta asomó a lo lejos.

La multitud aclamó a sus héroes. Los aficionados más atrevidos lo hicieron subidos en bardas, botes de basura y postes. Apenas unos segundos se pudo ver el paso de los monarcas, pero la afición no está decepcionada. Lo vale.

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La organización premió la paciencia de la afición con juegos artificiales, que anunciaban el fin de la fiesta del campeón y el inicio de la fiesta nacional, aunque a esas alturas eran la misma. Y así será en adelante.

Cada 18 de diciembre el país árabe seguirá festejando la fundación del Estado de Qatar, mientras que Argentina toda recordará la noche en que, a casi 14 mil kilómetros de distancia, su selección nacional les dio su tercer título del Mundo, y Messi alcanzó la inmortalidad.

Sin embargo, fue tras el ver a Messi campeón del mundo que la celebración se volvió multitudinaria en las calles.

Coincidirá el día nacional de Qatar con el día nacional de Messi.

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