En casa, a un costado del librero, tengo acomodada la famosa colección de los Mundiales de futbol. El paquete está conformado por un total de 15 DVD en los que se cuenta la historia de las Copas del Mundo, al menos hasta Alemania 2006. No es que no existan las ediciones siguientes, pero ya no están en disco, o al menos nunca los he visto, y uno solo puede verlas en su edición digital, dejando incompleta la colección física.

Recuerdo que cuando me la regalaron me propuse ver una película cada semana. Me atrapaba la idea de ver a Pelé, a Cruyff y a Maradona en algo más profundo que un compilado de sus mejores goles. Esos momentos geniales que a menudo pasan desapercibidos porque no terminan en gol, pero en los cuales uno es capaz de advertir la esencia de un jugador.

Las películas, hasta cierto punto, cumplieron con el objetivo, pero uno no puede dejar de lamentarse por haber nacido demasiado tarde y no tener la noción de esa época, quiero decir, esa sensación de estar viendo algo irrepetible. Me gusta la forma en la que se presenta la historia, la narración épica, la realidad digerida en la que aún sabiendo en qué termina todo no deja de asombrarnos el desenlace.
Me gusta eso, pero también los primeros planos, el juego de las velocidades, la cámara lenta como recurso dramático de una dimensión hasta entonces desconocida. La certeza de que siempre hay algo que se nos escapa.

Tiene días que la FIFA estrenó la película del campeonato de Argentina en Qatar y el resultado me provocó una sensación extraña, casi contraria a lo que sentí cuando vi las demás películas. La idea de ver a Messi retratado bajo el mismo discurso con el que se retrató en su día a Pelé y a Maradona en los Mundiales del 70 y el 86 es como mirar desde fuera la historia. Como si uno pudiera salirse del asombro para ver su obra final.

Mientras veía la clásica toma de Messi, recortado ante el cielo qatarí, alzando finalmente la Copa del Mundo, no pude evitar pensar que alguien verá esta película en 50 años, y tratará de buscar la claves del juego de ese jugador llamado Lionel Messi, sin poder resolver del todo el misterio y el por qué todos dicen que fue tan especial. Las tomas cerradas, las miradas desafiantes, el drama de una última oportunidad.