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29, marzo 2024 - 14:32

┃ Arturo Méndez

Pablo Larios es considerado uno de los mejores porteros mexicanos de la historia / Arte: Noé López

Arquero mexicano cuyas atajadas fueron descritas como imposibles, que defendió los colores de Zacatepec, Cruz Azul, Puebla y Toros Neza, Pablo Larios tuvo una calamitosa vida que lo llevó de la gloria y fama de jugar un Mundial con el Tricolor a terminar con el rostro desfigurado por amargo incidente.

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Pablo Larios Iwasaki, se adueñó de la portería del humilde Zacatepec, donde jugó en el calor primaveral que sólo pega en el estado de Morelos. El club fue fundado en 1948, donde se ubica el ingenio azucarero, y se hizo famoso por pelear su permanencia en Primera División con gallardía y coraje. Jugar en este territorio representaba una gran dificultas: la cancha se regaba antes del partido para provocar una fuerte humedad. Muy pocos rivales eran capaces de soportar la evaporación, por lo que se bautizó el Coruco Díaz como el ‘Infierno Verde’.

El ‘Arquero de la selva’ es recordado como uno de los mejores en su posición que ha visto el balompié mexicano. Su juego agresivo y decidido, especialmente en las pelotas divididas a las cuales salía sin miedo a sufrir algún golpe, grabaron su nombre en la memoria de los aficionados como un tipo que hizo de la frase: “Él que no arriesga no gana”, su estilo de juego.

Sus deslumbrantes atajadas quedaron registradas en la memoria de cientos de seguidores, rivales y compañeros durante las décadas de los 80´s y 90´s. Tristemente, al final de su éxito, tras su retiro, la tragedia comenzó a definir su vida.

¿Quién es Pablo Larios?

Pablo Larios y el balón nacieron para entrelazar sus destinos, al menos así lo demuestra su historia de vida. Nacido en Zacatepec, creció frente al Coruco Díaz, sólo bastaba cruzar la calle para entrar a un entorno donde la pasión por el futbol reinaba. En ese lugar donde creció, también arrancó su carrera deportiva. Desde muy pequeño se trazó la meta de defender los colores de su amado Zacatepec.

Motivado por jugar futbol de manera profesional, pero a la vez buscando una oportunidad para mejorar la situación financiera de su familia, Larios pasó de su labor cargando bultos de cemento e insumos para la construcción en la casa de materiales de su padre a cuidar un arco en Primera División. Su delgada complexión hizo que Carlos Turcato, técnico que lo debutó temiera que le pegaran jugando, aunque los golpes que pudiera recibir de un rival no se compararían en algo con su trabajo de cargador, ya que él mismo se describía como un tipo “correoso”.

A la corta edad de 19 años debutó, en aquella temporada le metieron 29 goles, el equipo descendió, pero aún así fue llamado a la Selección Mexicana. Esta insólita situación de tener a un futbolista que no era del máximo circuito en el Tricolor llamó la atención de clubes con mayor renombre como Cruz Azul, quienes lo ficharon en 1984.

Con su arribo a La Máquina, la fama y el dinero inundaron su vida, pero así como los billetes llovieron, también los problemas financieros. El guardameta nunca negó que gastar su dinero le gustaba. Inclusive su circulo cercano conoció por demás su obsesión por comprar carros de lujo sin necesitarlos, para después rematarlos apresuradamente y perder su inversión.

El paso por la Selección Mexicana

Con todo y los problemas económicos, Larios se preparó para disputar el Mundial de México 1986. Justo a un mes de realizarse la justa, en un amistoso contra Uruguay recibió un fuerte golpe en el riñón por parte de Enzo Francescolli, el cual lo hizo orinar sangre el mismo día. Con el temor de perderse aquella Copa del Mundo, se recuperó de forma milagrosa y no sólo disputó el torneo, sino que impuso la marca de ser el portero menos goleado en estas competencias, con sólo dos tantos encajados en su arco.

Esa legendaria selección comandada por Bora Milutinovic, donde figuraban estrellas como Hugo Sánchez, Fernando Quirarte, Tomas Boy, Manuel Negrete, Javier Aguirre y Carlos Hermosillo. El equipo consiguió llegar hasta el anhelado ‘quinto partido’, donde quedaron eliminados por Alemania.

Luego del Mundial, Larios Iwasaki acumuló dos subcampeonatos en la liga, uno contra Chivas y otro frente al América, de ahí arribó al Puebla. Con los Camoteros se coronó campeón en 1990, y además conquistó un título de Copa. Ahí conoció a Manuel Lapuente, a quien consideró como su segundo padre.

De La Franja emigró al mítico Toros Neza, recordado por figuras como Fernando Quirarte, Tomas Boy, Manuel Negrete, Javier Aguirre, Carlos Hermosillo y Miguel Herrera. Arrasaron con la liga y disputaron la final de 1997 contra Chivas, lamentablemente fueron goleados por 6-1. Un año después, y luego de 16 inviernos como profesional, Larios colgó los guantes.

La tragedia del portero de la selva

Tras su andar por la Liga MX, la vida de Pablo Larios se llenó de tragedia. Los problemas económicos siguieron persiguiéndolo, ahora más ya que dejó de percibir ingresos. A la postre tuvo que enfrentarse a la muerte una y otra vez. Primero a la de su padre, dos meses después su esposa. A los tres años la de su hijo, quien intentó cruzar la frontera sin éxito. Seguida de su madre, y muy cercana la de su hermana.

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El dolor y sufrimiento llevaron a Larios a refugiarse en el consumo de sustancias prohibidas. Pese a que negó en varias ocasiones sus adicciones, una infección en la nariz ocasionada por el consumo de estas sustancias le provocó dos cirugías que desfiguraron su rostro. Tras una vida de altibajos, Larios vivió sus últimos años junto a sus suegros. Entre cajas y uniformes de seguridad antes de fallecer el 31 de enero del 2019.