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13, diciembre 2022 - 13:57

┃ David Segoviano / ENVIADO

La afición argentina inundó las calles de Doha. FOTO: ERIK ESTRELLA

Doha.- Como en los 64 juegos previos, el ambiente para la primera semifinal, entre Argentina y Croacia, nace en el Metro. Desde Msheireb, la estación donde cruzan las tres líneas, Roja, Verde y Dorada, los cantos de los aficionados albicelestes dominan.

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Son muchos, pero a simple vista, menos que al principio del Mundial. Autoridades argentinas estimaban en 35 mil los aficionados que cruzarían los 13 mil 800 kilómetros que separan al país sudamericano de la sede mundialista.

Miles más llegaron en los últimos días emocionados ante la posibilidad de llegar a la final. “Muchachos, ahora nos volvimo’a ilusionar…” y todo eso sobre ganar la tercera y ser campeón mundial. Aún parecen pocos, pero se ven multiplicados por los muchos locales que los apoyan al grito de ¡Aryentina! ¡Aryentina! o algo parecido.

Ya en las afueras de la estación Lusail QNB, como en las batallas medievales, los tambores llaman a la acción y los albicelestes se juntan alrededor cuando escuchan alguno y brincan y cantan. Otros se forman en la estación instalada frente al estadio en la que de forma gratuita pintan en los rostros pequeñas banderas argentinas y croatas. Con toda seguridad se acabará antes la pintura azul que la roja.

Porque croatas hay pocos, pero a su manera, arman fiesta. Con sus propios tambores y silbatos. Entre la multitud, se distinguen más por los cuadros rojos y blancos de sus playeras y banderas que por lo altos y rubios. Que lo son.

Cuando empiezan a hacer mucho ruido, los argentinos contraatacan y los interrumpen al grito de ¡Messi! ¡Messi! o alguna de sus muchas, muchas canciones de tonadas conocidas y plagiadas… homenajeadas con alguna nueva letra dedicada a Maradona o Messi. Todas son para Maradona y Messi.

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Ya en las gradas, los cantos y los tambores siguen en una armonía desordenada, porque en cada lado del estadio y cada porra entona una canción distinta.

Del soundtrack que acompaña la copa del Mundo, ‘Love me again’, de John Newman, es quizá la que más entusiasma a la afición. Argentinos y croatas gritan por igual cuando suena en los altavoces del Lusail. Tal vez no es la canción en sí, sino que anuncia la proximidad del juego.

Cuando a los pocos minutos el italiano Daniele Orsato da el silbatazo inicial, rueda el balón, el único capaz de hacer callar los cantos de vez en vez, sólo para cambiarlos por gritos de exclamación.

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