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Mira

21, noviembre 2022 - 11:35

┃ Yael Rueda

Las protestas en el Inglaterra vs Irán se destacaron durante el partido / Arte: Noé López

El segundo partido de la Copa del Mundo Qatar 2022 fue una goleada de Inglaterra sobre Irán, sin embargo, esa no fue la verdadera victoria de este partido: los buenos son más en las tribunas y en el terreno de juego; le pasaron por encima a la discriminación y la injusticia.

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Una de las preguntas que más se hicieron en las conferencias de prensa previas, e incluso cuando la Copa del Mundo ya había comenzado fue: ¿Por qué venir a un país donde los abusos a los derechos humanos son el pan de cada día? Cada persona implicada tomó su decisión, comenzando con Gianni Infantino, presidente de la FIFA, quien defendió Qatar 2022.

Qué más podía decir el presidente del máximo organismo en el futbol, sí, claro, esta Copa del Mundo desde el principio se vio manchada por la corrupción, o por las historias de de los obreros que llegaron desde otras naciones asiáticas para ganarse la vida, pero la perdieron. Más de 15 mil según cifras de Amnistía Internacional.

Las selecciones nacionales levantaron la voz, específicamente algunas de Europa: Inglaterra, Gales, Bélgica, entre otras, amenazaron con portar un gafete arcoíris en solidaridad con la comunidad LGBT+, que por cierto es perseguida en Qatar. Al final la FIFA se salió con la suya y paró esta protesta, pero no otras.

Al máximo órgano rector del futbol se le olvidó que la pelota es del pueblo, sin importar la nacionalidad, religión o sexualidad. Harry Kane quiso portar el gafete multicolor con todo y las consecuencias que pudiera tener. Las represalias triunfaron, no lo hizo.

A pesar de todo, el delantero del Tottenham se mantuvo en su postura crítica y utilizó un brazalete negro con la leyenda “No Discrimination”. El resto del equipo tomó su lugar en la cancha y previo al silbatazo inicial se arrodillaron para mostrarle al mundo su posición ante los abusos.

En el mismo sentido, Irán hizo lo suyo. Es verdad que el eurocentrismo hizo que los ojos del mundo fueran colocados en los hombres de los ‘Tres Leones’, sin embargo, los asiáticos también tenían porqué levantar la voz. Lo hicieron en silencio.

Cuando Irán saltó al terreno de juego, lo primero que hicieron fue reunirse en círculo para rezar, una tradición de los países con origen islámico. Sus aficionados explotaron en las tribunas por la presencia de los suyos, a quienes aplaudieron y celebraron.

Los fanáticos mostraron también el otro lado de su rostro, el de dolor, el que busca mejores condiciones humanas ante un régimen clerical que unos días antes del inicio de la Copa del Mundo mató al menos tres personas en Kurdistán. La represión es la respuesta de un gobierno temeroso de un pueblo que ya no tiene miedo.

Cuando sonaron los Himnos Nacionales de los dos países, los jugadores de Irán simplemente se quedaron callados y se abrazaron. A algunos se les escaparon unas lágrimas, otros simplemente agacharon la cabeza, pero juntos mandaron el mensaje más poderoso posible.

Y es que, para eso sirve el futbol. La pelota no tiene dueño, es de todos. Las tribunas no son de los ricos ni de los poderosos, son del pueblo que puede aprovechar el poder del deporte para exigir un cambio, pelear por sus derechos y demostrar que ya no le teme a las represalias. Sirve para soñar que un mundo mejor es posible.

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