José Ángel Rueda

Foto: Cortesía | @ParaDeportesOK

Las medallas simbolizan el momento de gloria. En el metal, ya sea de oro, plata o bronce, se cristalizan las historias de los deportistas, como todo aquello por lo que lucharon. Las preseas que se entregarán en los Juegos Paralímpicos de Tokio 2020, sin embargo, no sólo se conformarán de la valentía de quien las gane, sino de elementos que de alguna manera representan un homenaje a la cultura japonesa.

Detrás de lo ostentoso que puede resultar su brillo, las formas propuestas por la diseñadora gráfica Sakiko Matsumoto son sencillas, aunque no por eso dejan de ser espectaculares. En el espacio que delimita las preseas, en forma de abanico, abundan los guiños a la naturaleza que se extiende sobre todo Japón, esa donde las flores y los cerezos adornan las faldas de sus montes.

La esencia del país que organizó los juegos más allá de la complejidad de los tiempos quedó grabada en los detalles, sin embargo, no es el único secreto que hacen de las medallas de los Juegos Paralímpicos de Tokio 2020 un reflejo del poderoso mensaje que busca promover el olimpismo.

Las medallas son espectaculares a la vista, pero también lo son al tacto. La leyenda de Tokio 2020 está grabada en braile y el color de la presea está codificado a través de un sistema de hendiduras que el atleta con alguna discapacidad visual podrá identificar de inmediato mientras las recibe en el podio. El metal dorado se identifica con una, el plateado con dos, mientras que el bronce con tres.

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JUEGOS SOSTENIBLES

Al igual que los Juegos Olímpicos, la línea que seguirán los Paralímpicos exige una justa plenamente sostenible. El compromiso con el medio ambiente de Tokio 2020 no sólo está en sus camas de cartón o en lo eléctrico de sus automóviles, sino que también se verá reflejado en el material con el que están hechas sus medallas.

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Los más de 5,000 metales que se fabricaron para el evento están hechos de 78,985 toneladas de materiales reciclados recolectados por el archipiélago como cámaras y teléfonos móviles viejos, cuyo destino pasó de ser un contaminante al símbolo máximo de esfuerzo que un atleta puede presumir.

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