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Pausa de los dos minutos. Gildardo Figueroa
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Gildardo Figueroa

7, julio 2017 - 13:59

Pausa de los dos minutos

CUANDO Jason Taylor anunció que Jimmy Johnson hará su presentación en la ceremonia de entronización al Salón de la Fama del Futbol Americano Profesional, no pensamos en sus años juntos en los Delfines de Miami o las derrotas dolorosas en playoffs durante sus tres años que estuvieron ahí, sino que el próximo 5 de agosto en Canton, Ohio, estarán en el mismo escenario Johnson y su ex amigo y dueño de los Vaqueros de Dallas, Jerry Jones.

Johnson como presentador y Jones como integrante de la Clase 2017 del Recinto de los Inmortales. Quizá Johnson se gane su boleto algún día también.

Puede ser que el destino que los volvió a juntar en un lugar tan importante para la NFL, quizá sólo sea una coincidencia, pero es un hecho que el tema central ese fin de semana será todo lo que aconteció en 1994 cuando cada uno tomó un rumbo distinto.

En aquel entonces, los Vaqueros eran los flamante bicampeones de la NFL, ganaron las ediciones XXVII y XXVIII del Super Bowl cuando Jerry Jones hizo una declaración en un evento público en Dallas: “cualquier entrenador haría campeones a estos Vaqueros de Dallas”. Obvio, eso no le cayó bien a Jimmy Johnson, y tras una larga charla en las viejas instalaciones de Valley Ranch, los dos “JJ” optaron por romper ese matrimonio que había durado cinco años y que redituó en tres apariciones en playoffs y dos campeonatos.

Los aficionados de los Cowboys recordarán vívidamente todos estos hechos como algo muy doloroso. Los mismos jugadores de aquella época como Emmitt Smith y Michael Irvin, en su típico desplante de arrogancia, dijeron que de haber seguido Johnson con Dallas hubieran ganado al menos otros tres campeonatos, lo cual puede ser muy cierto.

Lo curioso es que la declaración de Jones parecía una sentencia categórica, una profecía, o algo digno de escrituras santas, ya que un par de años después, un tal Barry Switzer hizo campeón a Dallas por quinta ocasión.

Pero a pesar de que Jones y sus Vaqueros tuvieron algunas buenas temporadas desde aquel 1995 y Johnson llevó a los Delfines a tres apariciones seguidas a playoffs, ninguno de los dos pudo hacer algo grande sin la compañía del otro.

Irónico resultó que justo la semana previa a dicho Super Bowl XXX en que los Vaqueros vencieron 27-17 a su acérrimo rival, los Acereros de Pittsburgh, un equipo también muy ganador como Miami anunciaba la contratación de Jimmy Johnson como el entrenador en jefe que sustituiría al máximo de todos los tiempos, Don Shula.

Johnson, al igual que lo hizo en Dallas, llegaba a remplazar a una leyenda. En los Vaqueros llegó para tomar las riendas detrás de otra leyenda como Tom Landry. A diferencia de cuando llegó al “Equipo de América” que era el peor equipo de la liga, los Delfines ya tenían un equipo de playoffs y a Dan Marino, pero no había una gran defensiva. Fue entonces cuando Johnson en su segundo año reclutó a un ala defensiva muy delgado y alto para ser parte de una gran defensiva que formó con Zach Thomas, Tim Bowens, Derrick Rodgers, Brock Marion, Patrick Surtain y Sam Madison entre otros.

Justamente Jason Taylor es el primero, y quizá sea el único, de ese grupo de jugadores que trabajaron para Johnson que ingresará al Salón de la Fama, y de inmediato “Mr. JT” le hace el reconocimiento.

Mientras tanto Jones se ganó su derecho a ir a Canton, Ohio, con muchos logros con sus Vaqueros de Dallas y en negociaciones dentro de la NFL y su presencia en la zona del Norte de Texas, pero no dejará de ser un morbo especial verlos juntos, que se extiendan la mano, dejen atrás sus egos (lo cual es casi imposible) y quizá dejen atrás todas esas viejas rencillas y hasta posen juntos para algunas fotografías y eventos juntos. Espero que estos dos grandes egos no opaquen tampoco a Jason Taylor y a los demás integrantes de la Generación 2017 del Salón de la Fama.