Fiel a su nombre, unos Osos hambrientos se devoraron a los Patriots en su propia casa. Ni siquiera Bill Belichick, viejo lobo de mar, fue capaz de descifrar los misterios del ataque terrestre de los Bears, al permitir nada menos que 247 yardas por carrera, una losa demasiado pesada como para salir libre de daños. Nueva Inglaterra buscó espabilar al reemplazar a Mac Jones por Bailey Zappe apenas en el segundo cuarto, pero el problema estaba en otra parte. Chicago se llevó la victoria con un contundente 33-14.

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El hombre de la noche fue Justin Fields, mariscal de campo que es tan irregular como talentoso. El quarterback de los Bears arriesgó apenas lo necesario por aire, y al ver la incapacidad de la defensa de frenar la carrera atacó con fiereza. Él solito sumó 83 yardas por tierra. Por pase tampoco lo hizo mal, sobre todo en el proceso, al librar la presión con su movilidad.

Los puntos llegaron de manera variada, con un pase de touchdown de Fields a su corredor Khalil Herbert, y dos acarreos por parte del propio Fields y David Montgomery, fiel a la identidad del equipo del coach Matt Eberflus. La cuenta fue redondeada por el pateador Cairo Santos, quien hizo buenos sus cuatro intentos de gol de campo.

Del lado de los Patriotas la cosa no pinta bien. Lo que en su momento era fiesta por el regreso de Mac Jones terminó por convertirse en una pesadilla. Tras completar tres de seis pases para apenas 13 yardas y una intercepción, el quarterback fue sustituido por Zappe.

A pesar de que el ingreso del suplente fue fulgurante, al conseguir un touchdown a Jakobi Meyers en su primera serie, poco a poco se apagó e incluso fue interceptado en dos ocasiones. Nueva Inglaterra se acercó un poco más gracias a un acarreo de Rhamondre Stevenson, pero luego fue incapaz de generar peligro.

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