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12, septiembre 2022 - 16:36

┃ José Ángel Rueda

Carlos Alacaraz ya es una realidad en el tenis mundial. | Foto: AFP

La imagen es recurrente. Cuando la tensión del punto se libera, Carlos Alcaraz suele levantar el puño acompañado de un grito de arenga. Sólo cuando la jugada lo amerita, sin embargo, espera atento la ovación de la grada que no entiende cómo es que el español ha salvado una pelota que parecía imposible.

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La historia de Carlos Alcaraz, el tenista que a sus 19 años ha ganado su primer título de Grand Slam y ostenta el número uno del ranking mundial, como una condición en la que la edad lo convierte todo en hazaña, está condicionada por la necesidad de encontrar al heredero de las grandes glorias del tenis, ahora que las figuras de Federer, Nadal y Djokovic se apagan con los años.

Consciente de eso, Carlitos no renuncia al reto, aunque todo a su tiempo. “Sinceramente no me hubiera imaginado que hubiera llegado a ser el número uno del mundo más joven de la historia, es increíble, es algo con lo que he soñado desde que empecé a jugar al tenis y es algo por lo que he trabajado mucho para llegar hasta aquí. A la vez, sí que me sorprende”, confesó Alcaraz a la agencia EFE, tras ganar el título en el US Open.

Tras su irrupción en el circuito, su nombre ha sido ligado al de Rafael Nadal. La tierra que llama, pero también las coincidencias. Cuando Carlitos nacía, con el calor de mayo en aquella primavera del 2003, Rafa preparaba su debut en Grand Slams, en la hierba sagrada de Wimbledon. Como dos estrellas separadas por un determinado periodo de tiempo destinadas a encontrarse.

Las similitudes en su juego colocan a Alcaraz como una estrella en ciernes, en la que sólo los años dirán si fue capaz de mantener su juego a través del tiempo. La longevidad, como uno de los misterios de los grandes exponentes del tenis.

“El ser capaces de mantenerse constantes durante 20 años ganándolo todo, peleando por el número uno. Eso es lo que me han transmitido, es lo que yo quiero. Ser como ellos, y ser constante”, dijo.

La capacidad de llegar a donde nadie llega. “Estoy hecho un toro”, gritó Alcaraz tras salvar un punto ante Sinner en Nueva York, en plena consciencia de sus límites.

Ligado al tenis desde que nació, gracias a la figura de su padre y su abuelo, Carlitos demostró desde siempre sus capacidades, desde los tiempos de Murcia, cuando era visto por vecinos y entrenadores como el hijo pródigo de la región.

Su talento lo sacó de su ciudad natal, para llevarlo a Villena, en la comunidad valenciana, donde entrena bajo las órdenes de Juan Carlos Ferrero, ese hombre que mira con el rostro serio desde la grada y que con los ojos es capaz de guiar los pasos de su alumno.

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