Hugo Sánchez
10, julio 2018 - 1:04
Después de salir del Teatro Bolshói, y tras presenciar una obra que me pareció impactante, me hizo reflexionar sobre muchas cosas, una de ellas, que es el momento preciso para levantar la mano y solicitar la dirección técnica de la Selección Nacional.
Países poderosos como Rusia, donde me encuentro ahora con motivo de la Copa del Mundo, tienen una historia que ubica a cada héroe en su sitio, y esto hace pensar en la necesidad de que todos los países demos el valor y la importancia a cada uno de los personajes que han logrado algo por su nación y a los que incluso se les considera glorias nacionales.
La gente importante que destaca en cada especialidad tiene que estar en los puestos más determinantes, para que con sus decisiones y su ejemplo puedan guiar a todo un país por los mejores caminos, y con esto me refiero a todas las especialidades. Los mejores economistas tienen que estar en el puesto más importante del país en la economía; el mejor político tiene que liderar al país; el mejor sociólogo tiene que ocuparse del puesto más trascendental del ramo, y así en cada uno de los cargos fundamentales tienen que estar los mejores mexicanos.
Es entonces cuando me siento desaprovechado, porque no se me ha dado la oportunidad de dirigir a la Selección Mexicana con todo el respaldo necesario, en un proyecto que debe ser establecido como un proceso de una estructura firme, aunque eso en México es muy complicado cuando los proyectos se basan en acomodar a los amigos, a los compadres y a los familiares en puestos en los que, sin capacidad ni conocimiento, toman decisiones en perjuicio de nuestro país.
Estamos hartos, la mayoría de los mexicanos, de que no haya cambios en los sistemas, de cómo se maneja, de cómo se dirige nuestro país en todos los ámbitos, por supuesto el deporte incluido, por eso alzo la voz, porque después de estar viviendo intensamente este Campeonato del Mundo, que era la conclusión de un proyecto que había sugerido y que había planificado a conciencia, no como mago, sino por capacidad y conocimiento, y con la visualización de que los mexicanos podemos conseguir cosas importantes.
Ahora bien, en varias instancias me han calificado como el mejor deportista que ha habido en la historia de México, entonces yo debería ocupar el puesto más importante del país a nivel deportivo. Si yo he sido, de acuerdo con muchos mexicanos, el mejor futbolista de todos los tiempos, no entiendo por qué no me han respaldado a muerte, tanto la Federación Mexicana de Futbol como la Liga, los dueños de los equipos y toda la gente que tiene que ver con el futbol, incluyendo al gobierno de México. Quiero encabezar un proyecto para hacer historia.
Cuando tuve el privilegio de ser nombrado director técnico de la Selección Mexicana, me comprometí a que, con ayuda de todos, podríamos pensar en ser campeones del mundo en 12 años, es decir, tres ciclos mundialistas. Tristemente veo con decepción que han pasado esos doce años y estamos en las mismas instancias. No me apoyaron; en cambio, respaldaron a un argentino, un colombiano y un mexicano, Javier Aguirre, quien comentó que el Mundial de 2010 me correspondía a mí y no a él.
Pero quiero decirles que con los 60 años que estoy a punto de cumplir, tengo una ilusión renovada. Y si hacemos cuentas, al cumplir el proceso de 12 años, creo que los 72 años serían el momento perfecto para decir adiós al futbol como director técnico, pero quiero retirarme como campeón del mundo, con la ayuda y la aprobación de todos los mexicanos.
Sé que es una misión difícil, pero no imposible. No quiero morir sin antes ver campeón del mundo a México. Quiero tener la oportunidad de intentarlo, como lo hice cuando quise ser uno de los mejores delanteros del planeta. No quiero partir de este mundo sin antes haberlo intentado y que no dependa de mí, sino que realmente haya voluntad de la mayoría de los mexicanos, porque de todos es imposible, ya que hay uno que otro malinchista o envidioso, y esos prefieren que el técnico sea extranjero, aunque la Selección siga en las mismas instancias, sin dar un paso realmente importante.
No me puedo quedar con los brazos cruzados. No quiero sentirme frustrado pensando en que no insistí en solicitar que esa misión que nos puede ilusionar a todos me la encomienden a mí. Quiero ser el técnico nacional, que me den esa encomienda, y si no lo hacen, solamente les puedo decir…. Ajo y Agua.
¡Que te lo digo yo!
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