Itzel Ubiarco
30, diciembre 2014 - 10:48
TRES palabras que resumen la impotencia mexicana al habernos quedado atorados en la mismita barrera de los anteriores cinco Mundiales: No era penal.
Tres palabras que, desde mi perspectiva, tienen dos ángulos de imprescindible análisis. El primero, que a mi humilde juicio, no ha sido ni por mucho el penal más escandaloso de los que se han pitado en la historia de las Copas del Mundo; creo que no era falta, pero también entiendo que con ese contacto de Rafael Márquez había argumentos para que un juez exagerado se dejara engañar. El segundo, que no perdimos precisamente por el penal, sino porque no supimos ganar; ese día México había sido más que Holanda en casi todo sentido y llegada la pausa para la hidratación era evidente que algo cambiaba en la cancha; el Tricolor fue replegando, pero ya sin hacer daño o causar preocupación a las huestes naranjas; no era un esperar para contraatacar, sino un esperar a que todo terminara.
Endureció el apedreo a Memo Ochoa y se concedieron demasiadísimos tiros de esquina (no se olvide, por cierto, que Holanda es el país con mayor índice de estatura). En todo caso, veíamos el cronómetro y pensábamos que los cuartos de final (oportunidad histórica de incluso semifinales: Costa Rica o Grecia sería el rival) eran nuestros.
¿Por qué perdimos ese día? Por culpa de Robben o del árbitro, no; repito: porque no supimos ganar. Los cambios no fueron los idóneos, aunque más grave fue la actitud de los muchachos en la cancha que fueron cediendo metros a cada instante. Había que ser impecables para avanzar ante un rival superior en lo técnico y lo físico, mas no lo fuimos (o lo fuimos por 88 minutos). ¿Qué habría pasado si Javier Aquino no pierde la marca sobre Wesley Sneijder en ese corner? Que el ex madridista e interista no clava tan portentosa volea.
Sigo pensando que ese gol en realidad fueron dos, porque el Tricolor quedó desencajado tras el empate; los rostros de nuestros once de verde ya no estaban en Fortaleza sino en la tragedia del ya-merito. El segundo tanto holandés cayó con alta colaboración arbitral, pero iba a ser de cualquier otra forma.
¿Habría logrado México recomponerse en los tiempos extra? Me cuesta saberlo, pero la herida era grande y supurante. Cedida la igualada, no veía yo opción de retorno.
No era penal se repitió en cada esquina, bajo cualquier circunstancia, en toda plática. No era, coincido, pero no perdimos por eso y en la medida en la que culpemos a Robben de esa eliminación, estaremos lejos de aprender la lección: que hay que saber ganar.
Twitter/albertolati
Alberto Lati
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