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1, noviembre 2023 - 19:13

┃ José Ángel Rueda / ENVIADO

El Sausalito es una joya que se encuentra en el corazón de Viña del Mar / Foto: Luis Garduño

VIÑA DEL MAR.- “De los cerros de Viña baja esta hinchada”, es la frase que recibe a todo aquel que vista el Sausalito, la casa del Everton chileno. Escrita en letras amarillas que sobresalen en un fondo azul que bien podría ser el mar, las palabras imponen la ley del dominio territorial, toda tierra es de alguien, y acá es de la gente de Viña.

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El subir y el bajar los cerros tiene su lógica. Para quien viene a la cancha de forma cotidiana bajar es la costumbre. Para quien llega, sin embargo, es necesario subir por las angostas calles, hasta que la Laguna Sausalito anuncia la llegada, esa que fue construida para proveer de agua a los viñedos de la zona.

La duda de hacia dónde está el mar es legítima para todo aquel que visita el estadio por primera vez, ante la ilusión de estar en una especie de mirador, de tan arriba, que regale una panorámica de Viña. La respuesta de los guardias, sin embargo, es que está detrás de la montaña, como casi todo.

El Sausalito recibe poca gente en los Juegos Panamericanos

A diferencia de los partidos de la liga chilena, donde los hinchas llegan del interior del vasto país, las semifinales de los Juegos Panamericanos entre México y Brasil no tiene gran convocatoria. Por la explanada central van entrando a cuentagotas los aficionados, no hay gritos, salvo de algunos brasileños que suelen venir a Chile en estos tiempos, cuando comienza la primavera, más allá del inesperado frío que se deja sentir en Viña durante el día.

Tampoco abundan las banderas de México, apenas unas cuantas playeras se dejan ver. Adentro, hay un poco más de banderas colgadas en las gradas, dispersas entre las playeras verdeamarelas de los brasileños, cubiertas por las chamarras a medida que el sol se oculta.

La teoría de la ausencia de mexicanos, sin embargo, queda desmontada en cuanto llega la primera falta, y el árbitro comete el error de ir en contra. Entonces de la grada baja el tradicional uleeero, repetido varias veces, en un grito tan nuestro, a pesar de estar en el confín del mundo. También suena el Chi-Chi-Chi, Le-Le-Le de siempre, el descargo chileno.

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Cuando la barra brasileña canta, los nuestros responden con el Cielito Lindo, como un grito de guerra, porque los mexicanos cantan, y no lloran, a pesar del resultado. México peleará por la medalla de bronce.