José Ángel Rueda
31, diciembre 2020 - 6:00
Yo no era mucho de ir al estadio; de ir en serio, quiero decir, cada quince días. Tengo amigos que sí, que cada sábado o cada domingo, según sea el capricho de su equipo y su televisora, ahí están siempre o estaban siempre, infaltables en la grada. Tiene tiempo que no hablo con ellos, no he tenido el valor de preguntarles cómo están con todo esto, cómo llevan todo esto, porque ya sé la respuesta: la llevan mal.
Decía, yo no soy, o era, debería decir, de ir a la cancha, a veces sospecho que mi falta de costumbre se debe a que mi equipo, el Necaxa, un día se fue lejos y nunca más volvió, pero entre todas esas cosas que durante estos meses me digo qué haré cuando se pueda, será ir al estadio, al Azteca de preferencia, aunque me quede lejos y aunque no juegue Necaxa, pero ojalá que sí juegue.
Me pasa lo que a todos, que cuando nos dicen que no, un impulso que figura un sí me susurra de cosas, como un torrente, o como una conciencia que me dice qué hacer y qué no, y cuando veo fotos o videos de antes, de los estadios repletos, me invade la nostalgia propia de lo que ya no se tiene.
Entonces pienso que apenas se pueda, lo primero que haré será ir a la cancha por el puro gusto de estar ahí y recuperar esas sensaciones que emanan de la grada. El eco de sus voces, el brillo fulgurante del césped y ese color que sólo es capaz de ofrecer la realidad, la idea de estar como en una especie de sueño en el que todo transcurre a una velocidad diferente y sólo se rompe cuando llega el silbatazo del árbitro y una especie de lamento nos invade en silencio.
Pienso ahora que de lo poco bueno que nos dejará la pandemia, o de lo mucho, será la capacidad de disfrutar las cosas con la intensidad que merecen; es decir, que el día que volvamos y celebremos un gol y nos abracemos con soberana libertad, seremos capaces de guardar esa sensación por un tiempo, guardar el momento por un tiempo, hasta que otro lo renueve y luego otro y otro más, y si acaso un día es el último, no habrá nada que reprocharse.
Me pasa a veces que cuando estoy viendo un partido y cae un gol de mi equipo, o un domingo que me siento frente a la televisión a ver toda la jornada de la NFL, imagino que si al otro día todo se detuviera de nuevo, si en realidad sería capaz de decir que disfruté ese momento con la intensidad que merece una última vez. Luego pienso que esas cosas no sólo se quedan en lo deportivo, o no deberían quedarse ahí, que todo va más allá, que es la vida misma la que se debe vivir con esa conciencia, que debo de disfrutar más lo que tengo, el tiempo que tengo, compartir más con las personas que quiero, leer más libros de los escritores que quiero, escribir más de las cosas que quiero.
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