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7, noviembre 2022 - 17:43

┃ Elihu Llano

Mussolini quiso demostrar el poder del régimen fascista a través del Mundial / Foto: Reuters

A sólo pocos días de que la Copa del Mundo de 1934 comenzara, el presidente del Partido Nacional Fascista, Benito Mussolini, amenazó a toda la plantilla de jugadores y al cuerpo técnico con que los asesinaría si no ganaban el Mundial.

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El líder del autoritarismo presionó a los directivos de la FIFA para que el torneo se realizara en su país, e incluso habló con los representantes de Suecia para que declinaran su candidatura para dicho Mundial. Una vez que Italia fue nombrada sede de la Copa del Mundo, el siguiente paso de Mussolini fue conseguir que jugadores sudamericanos con ascendencia italiana jugaran para los azzuaras y que así, el equipo tuviera más posibilidades de ser campeón.

El objetivo principal de Mussolini era demostrarle al mundo el poder del régimen fascista y después apoderarse de todo el mediterráneo; vio en la Copa el escenario perfecto y, antes de dar inicio a la competencia, le pasó el dedo índice a cada uno de los futbolistas por el cuello, y el mensaje final fue para el entrenador Vittorio Pozzo, quien en propias palabras del político italiano, debía ser ayudado por Dios si no alzaba el trofeo como ganador.

La influencia política se notó, ya que en los Cuartos de Final ante España, el árbitro René Mercet permitió un sinfín de patadas de los locales con tal de favorecerlos, e incluso los ibéricos tuvieron que jugar todo el segundo tiempo con un hombre menos.

La semifinal ante Austria fue muy similar, tanto así que el entrenador visitante señaló que era muy difícil vencer a los azzuaras con el ambiente que habían preparado y, que así, lo único que conseguirían era manchar lo que era el verdadero deporte.

Días antes de que se disputara la Final ante Checoslovaquia, Mussolini le hizo llegar un telegrama al DT Vittorio Pozzo, el cual tenía un lema muy simple: “vencer o morir”. Enseguida, el estratega le advirtió al equipo que si no vencían a su rival, todos lo pasarían ‘muy mal’.

Apenas arrancado el primer tiempo hubo polémica, ya que el silbante Ivan Eklind perdonó un penal de Luis Monti que hubiera significado la ventaja para Chevoslovaquia, e incluso el mismo Mussolini se metió al vestidor de los italianos antes de arrancar la parte complementaria y le pidió a Luis Monti que no volviera a cometer ninguna patada de esas, ya que el árbitro estaba siendo muy complaciente con ellos.

Finalmente, Italia se coronó campeón, Mussolini les perdonó la vida, pero este suceso ha pasado a la historia como uno de los torneos internacionales más polémicos de todos los tiempos.

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