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26, diciembre 2014 - 13:34

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DPA

Sentado en el banco de suplentes del estadio Mineirao, el seleccionador Luiz Felipe Scolari miraba, perplejo, el desarrollo de la tragedia. Impotente, “Felipao” veía como la “máquina” alemana anotaba un gol tras otro y sepultaba el sueño del “hexacampeonato” de Brasil con un humillante 7-1 que quedará en los libros de historia del fútbol.

Cada gol que recibía Julio César en aquellas semifinales era un golpe al prestigio del entrenador hasta entonces más respetado en Brasil, quien 12 años antes se había convertido en un héroe al conquistar el quinto título mundial con un equipo desacreditado. Scolari, a sus 66 años, confiaba en repetir en Brasil 2014 la receta victoriosa de Corea del Sur y Japón 2012: convocó a los jugadores en los que más confiaba, creó en el grupo un ambiente “familiar” y apostó a la motivación -más que a los entrenamientos- como fórmula para superar deficiencias técnicas y tácticas.

Pero esta vez no funcionó. El Brasil del último Mundial avanzó a las semifinales con victorias sufridas sobre adversarios en teoría más débiles, que de a poco fueron desgastando la confianza del equipo.

La fragilidad de la “seleção” quedó en evidencia cuando varios jugadores estallaron en llanto antes de la tanda de penales que selló el triunfo sobre Chile en el choque de octavos. Pese a todo, “Felipao” seguía confiado en el éxito, a tal punto que, al definir el once titular para el duelo con Alemania, optó por ignorar los consejos de sus “espías” -el ex jugador Roque Junior y el técnico Alexandre Gallo-, que le habían recomendado armar un sistema defensivo fuerte, con tres zagueros, para el choque de semifinales.

La pesadilla comenzó a partir del minuto 11, cuando Thomas Müller anotó el primer gol alemán al rematar de cabeza un tiro de esquina sin enfrentar ningún tipo de resistencia por parte de la defensa rival.

Fue la señal de inicio de un partido trágico para los brasileños, en el que Alemania pareció jugar sola y pudo haber logrado una goleada aún más amplia y humillante. “Fue la peor derrota de mi vida”, confesó después Scolari, quien sin embargo no reconoció fallas en la preparación de Brasil y atribuyó la debacle a un “apagón colectivo” de su equipo. Un “apagón” que se mantuvo en la disputa por el tercer puesto, en la que los anfitriones cayeron por 3-0 ante Holanda.

La debacle marcó un nuevo trauma para el “país del fútbol”. El propio “rey” Pelé aseguró, en entrevista reciente con dpa, que el 7-1 fue “peor que el Maracanazo”, la recordada derrota ante Uruguay en la final del Mundial de Brasil 1950.

Dos semanas después de ofrecerle a Scolari la salida elegante de la renuncia, la Confederación Brasileña de Fútbol (CBF) anunció el regreso al comando de la “seleçao” del ex jugador Carlos Dunga, que había dirigido el equipo en Sudáfrica 2010. Dunga inició un trabajo de renovación gradual del equipo, y con ello cerró el año de 2014 con seis victorias, cinco en amistosos y una sobre el “archirrival” y subcampeón mundial Argentina en un duelo por el Superclásico de las Américas.

El 7-1 no modificó drásticamente la vida de Scolari, ni tampoco significó el fin de su carrera. En agosto, “Felipao” volvió a la actividad como entrenador del Gremio, que terminó séptimo el último Campeonato Brasileño.