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El Pollo de Tlalpán. Daniel Reyes
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El Pollo de Tlalpan

6, junio 2017 - 12:49

El pollo de Tlalpan

¡Agarre su montón!

Hace no mucho tiempo era un chavalillo, bien tierno güerito e “jijo del maís”. En esas lozanías me iba a pasar mis vacaciones veraniegas con mis abuelos maternos, (si, sí tengo jefa) a un lugar conocido mundialmente por ser el sitio donde se puede degustar la mejor barbacoa del mundo; Villa de Tezontepec, en el meritito estado de Hidalgo. Cuando digo que es la mejor barbacoa del mundo no exagero, porque lo he dicho no una si no 27473.5 millones de veces que eso de exagerar no va conmigo.

Uno de esos lunes en los que estaba estrenando la conciencia, mi abuela me llevó a lo que se conoce en el lugar como “la plaza”; todos los lunes se daba cita en las calles del centro un mercado, donde los comerciantes del lugar y de zonas aledañas se apersonaban a mercar con sus productos.

Ahí conocí los tamales de charales, diría Mario Vargas, aquel famoso locutor de los ochentas, “para paladares más excéntricos que los pasos de Michael Jackson”, un preparado en hoja de maíz lleno de pequeños peces a los que se le agregaba, limón, salsa picante, con los de dulce le pellizcabas y vénganos tu reino; el sabor no era fuerte; era lo que le seguía.

Pero no sólo comerciaban comida, también utensilios de cocina, ropa, zapatos, pieles, flores, y animalitos varios; la cabra, el burro, la vaca y el pájaro chirlomirlo por ejemplo.

Entre esos mercaderes había uno que se distinguía por su forma de vender, pues utilizaba una túnica de arabesco estilo y se movía de aquí para allá frente a su puesto: era el vendedor más grande del mundo para mi en esos momentos, él colocaba costales extendidos en el piso y sobre de ellos montones bien acomodados de frutas, leguminosas y verduras, sin ningún empacho, gritaba a los posibles clientes: “¡acá están los cocos de la costa. Tocas la frescura del mar por siete pesos! ¡Duraznos, manzanas y guayabas… dátiles del desierto! ¡Naranja en kilo, naranja en gruesa te doy el mejor precio!

Y así tenía una frase para cada producto, aunque siempre terminaba con la única y popular: “¡Y agarre su montón!”

Ahora mismo tiene verificativo en Cancún (lugar sencillo, económico y de fácil acceso para todos) tiene verificativo “la semana del futbol” maravilloso evento del que alguna vez un atrevido le nombró “mercado de piernas” mientras otro osado le suavizó el termino y le denominó “draft”; hoy, en ese espacio se dan actualizaciones, modificaciones, pero sobre todo se trafica, perdón se comercializan humanos (quienes por cierto se agachan y se entregan facilito); de futbol no hay nada, ni un balón, ni un gol, ni un tiro de esquina.

Cancún, es una “plaza” donde el que tiene mucho gana más, el que se azorrilla se lo llevan al baile, el que pestañea paga un montón y el que se duerme se lo lleva la corriente.

Sin duda que el de arabesco estilo, que conocí en mi niñez, se quedaría con el ojo cuadrado con los nuevos mercaderes que le revirarían su grito con el de: “¡setecientas libras por la oferta!”; “¡hará año y pico que no compraba!”.

Por lo pronto; o ¡voy al Zócalo y regreso!

Cierro con una obra titulada “bara, bara”

En todo el canijo mundo,

No existe mercado igual,

De procedimiento inmundo.

Un futbolista es tamal.

Y si no, quéjense a la FIFA.

Twitter: @pollodetlalpan