Eduardo Brizio
8, diciembre 2023 - 6:02
En una ocasión me encontré en el aeropuerto al maestro Eloy Cavazos, quien luego de una larga y amena conversación, se aventó la “puntada” de decirme: “ustedes se la juegan re duro” (haciendo alusión a mi actividad como silbante). El chiste se contó solo; digo, si hay una actividad en la que se pone en riesgo la vida es precisamente en la de matador de toros.
Este recuerdo llegó muy fresco a mi memoria en virtud de la polémica que se ha desatado con la reapertura de la Plaza México.
En mayo del 2022 la asociación civil “Justicia justa” obtuvo una suspensión para impedir las corridas de toros en la Ciudad de México., otorgada por el juez federal Jonathan Bass mediante un amparo, aduciendo que la Ley para la celebración de espectáculos públicos violaba el “derecho a un medio ambiente sano”.
Ahora, la segunda sala de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, por unanimidad, tras una propuesta de la ministra Yasmín Esquivel, para devolver las corridas de toros a la Plaza México, desechó el amparo que las impedía.
Aunque nunca me he considerado un aficionado de cepa a la tauromaquia, he de confesarles que por supuesto que he asistido a varios festejos.
En una ocasión, estuve, a invitación de mi gran amigo y colega Jaime Garza Elizondo, presenciando la corrida en el mismísimo “burladero de Médico Veterinarios” de la Monumental de Monterrey en donde recuerdo haber visto a los matadores: Mariano Ramos y a Jorge de Jesús el “Glison”.
Quedé impresionado debido a que, una vez terminada cada una de las faenas, teníamos que ir a “revisar” al infortunado ejemplar que había perdido la vida mostrando su bravura.
Era mandatorio (para dar cumplimiento al reglamento) certificar que las astas (los cuernos) estuvieran intactas y no hubieran sido “rasuradas”; así como, mediante la inspección de los dientes incisivos, determinar la veracidad de la edad del ejemplar.
Incuso, encontrándome de visita en la madre patria, durante la Feria de San Isidro, asistí a una corrida en Las Ventas de Madrid.
Sin embargo, cada día encuentro menos motivos para defender a la “fiesta brava”. Pienso que se trata de “un espectáculo medieval” que en su momento llevó solaz esparcimiento a la población; pero que, por su crueldad, agoniza día con día.
La única justificación que me parece válida para matar (humanitariamente) a un animal es para destinarlo al consumo humano.
Sus defensores argumentan que se trata de un tema cultural y una manifestación artística. Difiero, no sabía que torturar (por diversión) a un ser vivo hasta matarlo pueda llegar a ser … considerado un arte.
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