Itzel Ubiarco
17, diciembre 2014 - 11:52
BRASIL 2014 terminó cinco meses atrás, pero su recuerdo pesa sobre los Juegos Olímpicos de 2016; no sólo en el sentido de acelerar la construcción de instalaciones para que el tiempo no vuelva a superar a las autoridades brasileñas, sino también en lo que representaron las protestas multitudinarias en contra del torneo.
Dilma Rousseff, recientemente reelecta presidenta del país, está intentando revocar el acuerdo alcanzado con el Comité Olímpico Internacional (COI) para que Brasil cargue con un eventual balance económico negativo derivado de la organización de los Juegos. Se trata de un acuerdo firmado desde antes de los comicios de Copenhague, en los que resultó vencedora la candidatura carioca. Por ello, según explica el portal Lancenet, Dilma intenta convencer a las autoridades del movimiento olímpico de que anulen tal contrato.
Hablamos de unos 700 millones de dólares a ser aportados por el gobierno brasileño para sanear las finanzas del COI en caso de que su operación en Brasil implique cifras rojas.
Esto se relaciona estrechamente con el clima de protesta que caracterizó a las ciudades brasileñas desde la Copa Confederaciones 2013. Si los dos mega-eventos deportivos fueron colocados en el paquete de manifestaciones con temas como la corrupción, la impunidad, la brutalidad policial, los recortes a servicios, el alza del transporte público, eso se debió principalmente a la molestia generalizada de destinar miles de millones a levantar instalaciones deportivas y no escuelas u hospitales.
Tras un Mundial en el que fue severamente abucheada a cada aparición y unas elecciones en las que ganó por escaso margen, Dilma avanza intentando modificar esos puntos tan criticados. Su problema (y ella lo debe de saber) es que el COI no va a hacer tal concesión, sin la que Río de Janeiro difícilmente habría aspirado a albergar los Olímpicos. Previo al Mundial 2014 hubo una tentativa de obligar a FIFA a pagar impuestos en el país anfitrión, la cual nació destinada al fracaso: lo firmado no cambia y mucho menos cuando se trata de tanto dinero. Por ello, más bien parece demagogia de Dilma en un afán de mostrar cercanía a su pueblo.
Twitter/albertolati
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