Eduardo Brizio
9, agosto 2024 - 0:00
La Selección Mexicana de nado sincronizado, comandada por Nuria Diosdado, regresó esta disciplina a los olímpicos, luego de veintiocho años de no lograr el boleto. Ante la ausencia de las rusas (por el veto a ese país por andar de bélicos) fueron las chinas las que se quedaron con la presea dorada, para que nuestros vecinos del norte, el equipo de las Barras y las Estrella, se colgara al cuello la medalla de plata.
Mientras que las españolas completaron el pódium al ganar el bronce.Se habían puesto muchas esperanzas en ellas. Sin duda, hicieron un gran esfuerzo. Elegantemente ataviadas, coordinaditas, muy bonita, con una rutina del alto grado de dificultad (“jugamos como nunca y perdimos como siempre”), entonces, terminó el sueño.
¿Seremos el único país del mundo que celebra estridentemente un séptimo lugar en los Juegos Olímpicos?
Me explico, el equipo de nado sincronizado quedó en el sitio 7 ( ya ven que los jueces, en todas las disciplinas “la traen en contra de México”) y de repente, salieron en la materia por todos lados, calificando la actuación de las sirenas como “brillante”.
Tercera llamada, tercera ¡Comenzamos!
Era el escenario ideal, en el “reparto” la mala del cuento: Ana Guevara, quien no sólo les había negado las becas, sino que las obligó a que “pasaran la charola”, además de “mandarlas a vender tupper ware y calzones” para sufragar sus gastos.
Así, “victimizadas”, saltaron a la alberca parisina. Nada mueve más los corazones de nuestros compatriotas que “sentir lástima y querer hacer justicia”.
De modo que, una vez concluida la competencia, la mayoría (por no decir todos), hasta los líderes de opinión en materia deportiva, se volcaron en alabanzas y loas a la participación de del equipo femenil nacional, calificándolas de “históricas” y, de paso, arremetieron de nueva cuenta en contra de (la mala del cuento), la directora de la Conade, llegándola a comparar incluso con Judas Iscariote.
Hasta la señora de la tiendita de la esquina ya era experta en nado sincronizado: “No doctor, a esas niñas les robaron la medalla, ya les habían robado los dirigentes y ahora, les volvieron a robar los jueces”. ¡Órale!
Aunque se les reconoce la dedicación y el esfuerzo, me parecieron una exageración los calificativos superlativos otorgados, sólo faltó ir a festejar al Ángel.
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