María Vega
17, enero 2015 - 11:09
DENTRO de los atisbos de la historia periodística, en el libro “Periodismo de Emergencia” del fallecido Vicente Leñero (editorial CONACULTA, primera edición 2013), dentro de sus contenidos, dos de los reportajes hablan sobre deporte. El primero una crónica sobre los sábados de boxeo en la Coliseo y una segunda titulada: “Arreola: Lecciones de Ajedrez”, una partida donde el maestro jalisciense reflexiona sobre los diferente aspectos de su vida y la dualidad como amante del Juego Ciencia y el don de escritor.
Dentro de esa partida que describe Vicente Leñero, así lo solía hacer el maestro, en su reducido estudio de su casa en la Colonia Juárez, orgulloso de su tablero computarizado –así como yo lo conocí-, su distintiva capa negra y sombrero de ala ancha colgados en un perchero en el vestíbulo de su estudio rodeado de libros y una cama dentro del espacio rectangular independiente de la casa, menciona un hecho que hoy en día podría ser parte de la biografía de Don Juan José o un hecho anecdótico que recordamos a través del reportaje de Vicente Leñero, también originario de Jalisco.
Puedo decir que no soy un ajedrecista bueno, pero sí un ajedrecista famoso -Jaque-. Como presidente de la Federación Mexicana de Ajedrez coadyuvé a unir dos bandos en que estaba dividido nuestro ajedrez nacional –no sé quién blancas ni quién negras-: La Federación Mexicana de Ajedrez y la Federación Provincial de Ajedrez. Elizondo era el presidente de la Provincial y yo de la Mexicana. Al fin nos dimos la mano y parece que ya unimos, para siempre, las piezas antagónicas del ajedrez en México”.
Dentro de este testimonio de un Juan José Arreola, directivo del deporte, tuvo la virtud política de crear la unidad del deporte que tanto amó, gracias a sus cualidades de liderazgo y sapiencia para destrabar un asunto con el conocimiento y la relevancia de fomentar el ajedrez entre niños y jóvenes era muy necesario, porque somos un pueblo radicalmente inestable y azaroso:
“Tenemos una repugnancia original al ajedrez, porque el ajedrez elimina las circunstancias azarosas y nos compromete en una hazaña individual, porque nos obliga a la confrontación pura del ser ajeno con el nuestro sin recursos de fuerza física. Por todas esas razones es importante propagar en México el ajedrez”, expuso Arreola a Leñero, no sin antes hacer una disertación interesantísima sobre la historia y la filosofía de este deporte.
Y un ejemplo para los dirigentes de federaciones actuales.
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