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8, septiembre 2018 - 20:45

┃ Alejandro Alfaro

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Genio y figura. Así es Cuauhtémoc Blanco. El americanismo hecho persona se robó el show del partido de leyendas entre Cruz Azul y América para despedir el inmueble de la colonia Noche Buena.

El físico y la potencia ya no son los mismos, pero bien dicen que lo último que se pierde es el toque y así lo dejó claro el ídolo azulcrema y su romance con la 10 en el dorsal.

El hoy gobernador electo de Morelos, como en sus mejores tiempos, tomó la pelota y repartió el juego en el ataque. Desquició a sus rivales, los dejó tendidos, y al final, se mandó una joya de esas que se cansó de hacer en su etapa como futbolista profesional. Una vaselina y el tradicional festejo le pusieron el broche de oro a una tarde soñada para el emblema de Coapa.

Al final, la multitud lo asedió, pero se dio un espacio para dar sus impresiones sobre el amistoso.

“Se hizo un buen partido, la gente se fue contenta. Creo que valió la pena venir por esta afición”, dijo el surgido del barrio de Tlatilco.
Blanco siempre se debió a las masas, surgió de ellas y el compromiso que siempre sintió hacia sus seguidores se mantiene intacto.

“Toda la gente salió muy contenta. Fue un juego de ida y vuelta. La verdad que estoy contento porque como dije, no son partidos amistosos porque la gente paga un boleto y quiero que salgan contentos del estadio”, manifestó.
Una y otra vez Cuauh recorrió las bandas, como si se tratara de aquel joven que deslumbró con su futbol. La mentalidad es la misma y lo dejó claro.

“Siempre he dicho que todo es cosa de mentalidad y responsabilidad. Repito, la gente pagó un boleto y se van felices”, sentenció.
Con el trofeo del partido en alto, la medalla y el reconocimiento de la gente, Blanco abandonó el estadio Azul. El último gol de esta cancha lo firmó y selló con su autoría. Historia pura.