6, marzo 2025 - 9:04

Abebe Bikila ganó el oro olímpico descalzo _ Foto_ Reuters (1)
Para contar esta historia hay que ubicarse en el sábado 10 de septiembre de 1960, al vértigo de los Juegos Olímpicos de Roma. La gente volcada en las calles para vivir el maratón y resolver el misterio, o al menos intentarlo, de cómo un ser humano puede correr a un ritmo vertiginoso durante 42.195 kilómetros.
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El enigma muy pronto crecería cuando en la línea de salida, ubicada en la Piazza di Campidoglio, uno de los corredores esperaba el disparo de salida descalzo. Se trataba del etiope Abebe Bikila, un perfecto desconocido, al menos hasta entonces.

La gente que estaba a los alrededores se percató del detalle. El asombro se hizo más grande cuando Bikila, quien por entonces tenía 28 años, salió como un rayo por las calles romanas y muy pronto se convirtió en el único en aguantarle el pulso al marroquí Rhadi Ben Abdesselam, quien partió como el claro favorito para ganar el oro.
Lejos de representar una desventaja, Bikila, con sus pies descalzos, daba pasos seguros hacia el podio. Cuando la cuenta ya indicaba los 39 kilómetros y la carrera exigía un último esfuerzo, el etiope cerró con fuerza para cruzar antes que nadie la meta, ubicada en el Arco de Constantino, con un tiempo de 2h15:16, el cual le permitió por entonces imponer un nuevo récord del mundo.
¿Por qué Abebe Bikila corría con los pies descalzos en los Juegos Olímpicos?
La historia tiene mucho de destino, porque en primera instancia Bikila no estaba contemplado para correr el maratón, pero la lesión de uno de sus compañeros le abrió la posibilidad. Ya enfilado a la carrera, el etiope tenía la posibilidad de correr con unos tenis Adidas, marca que por entonces buscaba su consolidación, pero no se sentía cómodo, y prefirió correr descalzo, sin nada que mermara su rendimiento. “Quería que el mundo supiera que mi país, Etiopía, ha ganado siempre con determinación y heroísmo”, dijo después de la carrera.
Aquel triunfo representó el primero de una larga tradición de corredores africanos que han dominado las pruebas de fondo a lo largo de los años. Esa fue la manera de cumplir su sueño, aquel que comenzó cuando vio a los atletas que participaron en Melbourne 1956 desfilar por el Palacio del emperador Haile Selassie I con la equipación oficial de su país.
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