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10, mayo 2023 - 12:11

┃ José Ángel Rueda

Sergio Busquets se convirtió en un elemento histórico / Foto: @FCBarcelona

Sergio Busquets se convirtió en un elemento histórico / Foto: @FCBarcelona

La definición más simple de Sergio Busquets lo apunta como un mediocampista de contención, un pivote, el número 5 de las alineaciones de antes. El futbolista sale al campo y juega como tal, flotando por ahí, en el centro del campo, pero luego pasa que cuesta trabajo describirlo, porque su futbol más que futbol parece una idea. Y ya se sabe que no hay nada más abstracto que las ideas.

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No es raro que en esa ambigüedad que evoca su juego haya sido Pep Guardiola quien descubrió todo aquello que no se ve en Busquets, pero existe. El mediocampista, o la idea del mediocampista, creció en las inferiores del Barcelona y cuando su progresión apuntaba al filial, solo duró dos partidos ahí, antes de que el técnico lo llevara al primer equipo, como el invento que justifica su genio.

Era un joven espigado, alto y demasiado flaco, lejos del estereotipo del contención puro, ese que se come el mediocampo con la sola presencia, tampoco tenía los ojos rabiosos de quien está dispuesto a robarle hasta el alma a los contrarios, pero no tardó Sergio en ganarle la titularidad al marfileño Yayá Touré.

“Técnicamente es superior a Touré Yaya y Keita, y posicionalmente, parece un veterano. Con y sin balón”, advertía el mítico Johan Cruyff en su momento, como una bendición.

Busquets hizo un gran tridente con Xavi e Iniesta

Había algo en su juego que armonizaba su entorno. Al incansable motor de Xavi y a la estética de Iniesta Sergio aportaba la calma, acaso su principal virtud. Desde ese concepto Sergio Busquets fue capaz de revolucionar la posición. Su diferencia con el resto de contenciones radica en una cuestión simple, cuando la mayoría se dedica a limpiar lo que ya está sucio, el español impide que se ensucie. El hecho de que ausencia se note más que su presencia es una buena fórmula para medir la influencia que tiene en el juego, el jugador que brilla en el anonimato, como el mayor de los elogios.

Icono de la anticipación, Busquets se plantaba en el mediocampo y bastaba un paso con sus largas piernas para comenzar de nuevo. No era rápido, o tal vez sí, pero a su manera, a su tiempo, como la pieza hecha a la medida de una maquinaria única. Jamás se sabrá que habría sido de Busquets sin el Barcelona, o del Barcelona sin Busquets.


De Sergio, a secas, en el nombre de pila, como decía su camiseta para mantener el equilibrio entre el apellido de su padre y el de su madre, y no favorecer a nadie, abundan los videos de sus desahogos, el mediocampista en la zona comprometida que sale avante con el movimiento de la cadera, la pisada imposible a la pelota, la capacidad de encontrar la pausa para que el mundo se acomode.

Sergio Busquets, elogiado por su trabajo en Barcelona

También abundan las palabras que lo encumbran, sobre todo de aquellos que conocen sus secretos. “Si fuera jugador quisiera parecerme a Busquets”, dijo en su día Vicente del Bosque. “Es indispensable para mí”, señaló Luis Enrique. “Siempre lo veremos como un ejemplo, como un molde”, agregó Xavi. “Lo entiende todo” zanjó Guardiola.

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La idea de Busquets perduró por años en el Barcelona, primero como acompañante y después como el único sobreviviente de un modelo de juego que buscaba en su cadencia el último suspiro. Víctima del fenómeno del ídolo de trapo, como apuntaba el escritor uruguayo Eduardo Galeano, a esos futbolistas más cercanos al retiro que al esplendor de sus mejores tiempos, los años le costaron a Sergio, porque para quien siempre fue para adelante nunca es fácil retroceder. Porque era el único que se mantenía de pie entre tanta ruina. Busquets se fue, y con él una época.