La pérdida de lo más querido mostró un Antonio Mohamed pocas veces antes visto. A diferencia de cómo se comportaba en la cancha, encarador, chispeante y retador, el Turco tuvo todo para triunfar, pese a que con sus Toros Neza no lo logró.

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Un rostro diferente se notó en el argentino tras la pérdida de su hijo por allá del 2006. Un accidente automovilístico privó de la vida a Faryd. Desde ese día, Tony hizo una promesa que cumplió, un título de Liga con el Monterrey fue lo que Mohamed prometió y desde ese momento, su hijo, en forma de un rosario, lo acompañó en cada cancha en la que el Turco se paró.

Tijuana, el Azteca, Monterrey, sea donde sea, Mohamed cargaba y sentaba a su niño a un costado. Tony siempre se notó emocionado con la obtención de títulos, pero fue el que le ganó en 2019 al América el que más lo emocionó. “Este título se lo dedico a mi mamá, a mi papá y a mi hijo, ellos deben tener un banquete allá arriba”, dijo Tony después de triunfar en tanda de penaltis en el Coloso de Santa Úrsula.

Faryd siempre estuvo a su lado, Mohamed siempre se mostró paciente, pese a lo mucho que tuvo que esperar para que por fin llegara el ansiado triunfo con los Rayados. Otros títulos se le dieron, estuvo en el Mundial de Clubes, pero la promesa la logró después de 13 años del suceso que cambió la vida del nuevo entrenador de los Pumas.

Mohamed volverá a los banquillos mexicanos, pero no lo hará solo, Faryd volverá a la carga, como uno de los recuerdos que jamás de irán de su mente y que seguramente encontrará en Ciudad Universitaria un hogar que lo acogerá y lo admirará como siempre lo quiso.

Pumas ya tiene entrenador, pero también a un aficionado más que si bien no acompañará físicamente a la escuadra auriazul, los empujará con el espíritu que siempre ha simbolizado a la máxima casa de estudios.

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