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3, noviembre 2022 - 15:55

┃ José Ángel Rueda

Piqué será por siempre un histórico del Barcelona.FOTO:REUTERS

A los grandes jugadores de futbol es posible describirlos a través de las fotografías que nacen de los momentos importantes. Gerard Piqué no solo es uno de los mejores centrales en la historia del Barcelona, sino que es el joven central mostrando su playera a la grada del Santiago Bernabéu después del 2-6 de la temporada 2008-2009; es el jugador que levanta la mano para que el mundo entero se dé cuenta que su equipo le acaba de meter cinco goles a su rival más odiado.

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Lejos de los 615 partidos en los que el defensor central ha defendido los colores del Barcelona, su legado está en las cosas intangibles, como una voz que decía todo aquello que la afición pensaba. “Que me piten en el Santiago Bernabéu es como una sinfonía para mí”, llegó a decir el catalán, con sonrisa retadora. “Yo soy así y no cambiaré, siempre quiero que el Real Madrid pierda”, expresó en otra ocasión, como leña en la hoguera. El desparpajo en sus declaraciones, que van desde lo futbolístico hasta lo político, le trajo el mote de “Presidente”, es decir, esa persona que vela por los intereses del club, por sobre todas las cosas.

Formado en la Masía, las fuerzas inferiores del Barcelona, Piqué debutó con el primer equipo en el 2008, luego de un breve paso por el Zaragoza y el Manchester United, donde buscaba minutos. Guardiola lo rescató a su llegada al cuadro culé, como un buen complemento de una línea defensiva que por aquel entonces contaba con la dupla conformada por Carles Puyol y Rafa Márquez.

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La calidad de Piqué, sin embargo, se impuso, y al paso de los partidos se volvió imprescindible. Los años lo convirtieron en un caso de éxito, como el central que sale de casa y triunfa, algo poco común en la cantera azulgrana, mucho más enfocada en producir mediocampista. Piqué pasó de ser complemento a pilar; a su lado jugaron varios, pero él era inamovible.

“Yo no hago negocios para ganar dinero, pero el dinero es reflejo de tener éxito y todo el mundo quiere tener éxito”, respondió una vez el jugador cuando fue cuestionado por su faceta como empresario. Aunada a su labor dentro del campo, Piqué mantiene activos importantes en el mundo del deporte, como la remodelación de la afamada Copas Davis, en el tenis, o su faceta como propietario y presidente del Andorra.

Su éxito, sin embargo, no sólo se mide fuera, en los millones de euros que ostenta en su cuenta bancaria, sino también dentro del campo, donde ganó todo. Su palmarés apunta cuatro Champions, ocho Ligas, siete Copas del Rey, tres Mundiales de Clubes, tres Supercopas de Europa y seis de España y un Mundial con España. Si eso fuera dinero sería mucho.

Piqué también fue el esposo de Shakira, la famosa cantante colombiana. La relación del futbolista con la artista potenció su imagen a un mundo fuera de las canchas. El doble filo de ser uno de los hombres con más suerte sobre la tierra, aquel que cumplió el sueño de millones de adolescentes, le jugó en contra, y su ruptura fue tan abrupta como el inicio.

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Los últimos años de futbolista no fueron fáciles para él. “El ídolo es ídolo por un rato nomás, humana eternidad, cosa de nada”, escribió alguna vez el uruguayo Eduardo Galeano. La fuerza de sus declaraciones contrastó de pronto con la fragilidad del tiempo, y los años de gloria quedaron en la memoria, es decir, donde queda todo lo que vale la pena. “A veces el ídolo no cae entero. Y a veces, cuando se rompe, la gente le devora los pedazos”, agregó el escritor.

Lo cierto es que un pedazo de Piqué alcanza para explicar el barcelonismo. “Nunca quise ser un futbolista. Quise ser un futbolista del Barcelona”, dijo en su video de despedida, no sin antes advertir un futuro que suena a certeza: “volveré”, mientras mira ese palco que por los últimos años ocupó de manera simbólica.

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