27, agosto 2021 - 15:44
Rosa-Maria-Guererro
José Ángel Rueda
FOTO: Cortesía | CONADE
A Rosa María Guerrero le gustaba jugar futbol. Era buena en eso. La memoria la impone como una delantera letal que solía ganar los campeonatos de goleo en la ligas amateur de Mazatlán. Es decir, la joven sinaloense no sólo disfrutaba del juego, sino que también quería ser la mejor en lo que hacía. Fue en el 2010, sin embargo, cuando la vida le cambió los planes y una bacteria, entonces desconocida, la alejó de las canchas.
La enfermedad avanzó por su cuerpo a ritmo vertiginoso, sin que realmente los doctores pudieran determinar las causas. Los días pasaban bajo el efecto de las fiebres delirantes y, de no ser por la intervención de un cardiólogo que atinó al diagnóstico, la bacteria habría llegado al cerebro, ocasionando daños irreversibles. Rosa María Guerrero salvó la vida, pero la enfermedad había afectado la parte baja de su cuerpo, causándole paraplejia.
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A 11 años de aquellos días, la mexicana cumplió el objetivo de colgarse una medalla olímpica, justo en sus primeros Juegos. El registro de 24.11 metros en el lanzamiento de disco le valió para hacerse de la presea de bronce. “Me gusta mucho lo que hago, me gusta mucho el deporte, el atletismo de campo me gustó mucho, desde que entré dije: esto es lo mío, yo era buena en futbol y hoy ya no soy buena con las piernas, pero sí con las manos, y soy la mejor en lo que hago, solamente estoy agradecida con la gente que Dios me ha puesto en el camino”, había dicho la paratleta en 2019, en una entrevista con El Sol de Mazatlán.
Y es que el atletismo llegó a su vida por la fuerza del destino. Una vez que había superado la bacteria y Rosa María imponía nuevas formas en su cotidianeidad, buscó mantenerse ligada al deporte. “Yo siempre me incliné en el deporte, desde muy pequeña me gustaba ir a ver a mi hermano a los campos de beisbol, el deporte ya lo traigo por naturaleza en mi sangre”, agregó la mazatleca.
Primero trató con el baloncesto en silla de ruedas, pero tiempo después llegó otro momento determinante en su vida, cuando en el DIF asistió a una plática con algunos paratletas que habían participado en Río 2016. Ahí tuvo su primer acercamiento con el atletismo.
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En las primeras pruebas descubrió que era buena en lanzamiento de bala y lanzamiento de disco, que sus registros, aún sin técnica, eran alentadores, entonces comenzó a entrenar bajo el mando de Iván Rodríguez, en el Comité Paralímpico Mexicano. En apenas cinco años Rosa María Guerrero logró meterse a la élite de ambos deportes.
La fuerza interna de la deportista y el trabajo diario la potenciaron en las competencias internacionales. Fue en los Juegos Parapanamericanos de Lima 2019 cuando llegó la confirmación. La mexicana se convirtió en doble campeona panamericana, al conquistar la presea de oro tanto en lanzamiento de bala como en lanzamiento de disco. Dos años antes, en el Campeonato Mundial de Londres 2017, había ganado el bronce en lanzamiento de bala.
“Me siento agradecida con Dios, mi familia y con todo mi respeto a mi entrenador Iván Rodríguez Luna, al que admiro porque esta medalla también es parte de él”, fueron las palabras de Rosa María Guerrero después de bajar del podio en tierras japonesas. El sueño continúa. París ya aparece en el horizonte.
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