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21, agosto 2014 - 10:59

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nota-nanjing-2014

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POR MIGUEL ÁNGEL GARCÍA
ENVIADO DE OEM

NANJING, China.- Con el solo hecho de mirar la escultura que se yergue en la entrada del museo, la piel se enchina. Se trata del Nanjing Masacre Memorial Hall, recinto dedicado a los miles de muertos atrozmente a manos del ejército japonés en diciembre de 1937, cuando militares chinos perseguidos por la milicia nipona se mezclaron con la población civil de Nanjing, lo que trajo como consecuencia una espantosa matanza que arrasó soldado, ancianos, mujeres y niños.

Al traspasar la entrada del museo una melodía lúgubre recibe a las decenas de visitantes, topándose de inmediato con una enorme cruz de cemento que honra a los muertos. Lo más perturbante está dentro del inmueble, ya que cada una de sus salas revive los momentos terribles que se vivieron en aquella fecha.

“A partir del 13 de diciembre, la gente fue atravesada con bayonetas, dividida con espadas o quemada. Nada sin embargo era más despiadado que enterrarlas vivas. Esos miserables aullidos, esos desesperados alaridos esparcidos en el aire que vibraba. Todavía podíamos oírlos a siete millas de distancia” (Three Months of Nanking’s Ordeal, autor Jiang Gong-gu).

Las entrañas del museos son oscuras, relatan en imágenes, vídeos y representaciones de cómo sucedió la barbarie. Cada representación de los asesinatos se acompaña de sonido semejante, lo que hace de la atmósfera una experiencia escalofriante.

Se aprecian pedazos de las barricadas en las que el ejército chino fue masacrado, viviendas de aquella época hasta donde llegaron los nipones a cometer los actos más sangrientos a mujeres, niños y ancianos. Todo está ahí como si fuera real, ya que el museo es verdaderamente sorprendente por su interacción y representación de los asesinatos.

“Las víctimas enterradas vivas (tipo de enterramiento solo con la cabeza afuera) morían mucho antes que comenzaran los efectos de la inanición y el agusanamiento, sin embargo algunos eran usados como blancos “tipo jabalina” con las bayonetas, otros eran pisoteados por caballos, algunos eran regados con agua hirviendo y otros eran aplastados con las orugas de los tanques”. Bergamini, David. Japan’s Imperial Conspiracy (William Morrow Company, Inc. New York, 1971, p. 36)

Existen dentro del museo documentos, fotografías, artefactos, muchas pruebas que dan fe de lo sucedido en 1937. Una sala prácticamente oscura proyecta las fotografías de cada muerto, mientras que en dos de sus grandes paredes se leen los nombres de estos desafortunados. Aunado al efecto de viento que se escucha por el sonido, el repicar de una campana convierte el ambiente en lo más parecido a estar en un panteón a medianoche.

“Según veterano de la marina Sho Mitani, ‘El Ejército utilizaba un sonido de trompeta que significaba “matar a todos los chinos que huyen”. A miles se les llevó lejos y fueron ejecutados en masa en una excavación conocida como “Reguero de los diez mil cadáveres”, una zanja de unos trescientos metros de largo por cinco metros de ancho”.

Esta negra cita en la historia de Nanjing sigue viva, su recuerdo aterrador permanece fresco hasta esta fecha. Cada año miles de personas visitan este museo que les conmemora lo sucedido.

Se pueden apreciar pedazos de muros que quedaron prácticamente hechos trizas por el ataque de los japoneses, trincheras desenterradas y puestas a la vista, donde los soldados chinos fueron parte de una descarnada ejecución.

Otra de las salas que imponen a los nervios es una excavación donde fueron encontrados restos de huesos humanos en años subsecuentes, unos encima de otros que dan razón de los relatos que narran como fueron amontonados por centenas los cadáveres mutilados.

Un testigo Li Ke-Hen reportó: “Hay muchos cuerpos en las calles, víctimas de violación en grupo y asesinato. Todas están desnudas, sus pechos cortados muestran un terrible hueco marrón, algunos de los cuerpos están reventados a bayonetazos en el abdomen, con los intestinos hacia afuera, algunas tienen un rollo de papel o una pieza de madera clavado en sus vaginas”.

Visitar el Nanjing Masacre Memorial Hall te cambia la visión del pasado y te amplía la perspectiva de Nanjing. Hay que apuntar que solamente los chinos tienen esa manera tan meticulosa de contarte sus historias, no dejan nada en duda, todo lo ponen claro, echando mano además de una infraestructura moderna, espectacular, para mostrar su recuerdo más negro.

Me pregunto quién se puede atrever a cruzar los pasillos de este museo en solitario. Créame, no es una casa del terror ficticia, sino una realidad que sucedió hace muchos años, que se percibe en su interior, te atrapa los sentidos y al final te deja sin palabras.
¡Hasta la próxima!