
Eduardo Brizio
20, abril 2021 - 4:20
Que te vaya bien
El mes pasado, estimados lectores, por considerarlo un asunto de interés público, me tome la libertad de utilizar este espacio periodístico para compartirles cómo fue la experiencia de acudir a recibir la anhelada vacunación contra el Covid.
En virtud de que, hoy tuve la dicha de recibir la segunda dosis, me parecía mandatorio volver a tocar el tema, sobre todo cuando ocurrió que todo, absolutamente todo, lo que en su momento critiqué o no fue de mi completo agrado, fue optimizado.
Por principio de cuentas mejoraron la vialidad, aumentando el número de policías de tránsito e implementando una “bahía de acceso” para que las personas de más edad o con mayores impedimentos, pudiera descender y ascender de sus vehículos de manera expedita.
La entrada al recinto era prácticamente directa sin necesidad de “hacer cola”. Revisaban los documentos, checaban la temperatura, proporcionaban gel desinfectante y “pase usted”.
Una vez adentro, en una carpa monumental, había docenas de sillas, acomodadas respetando la sana distancia. Es notoria de diferencia entre esperar turno parado en el rayo del sol, a estar sentaditos en la sombrita.
Ordenadamente y en numerosos grupos de 50 personas nos pasaron a otra carpa más grande, con muchas mesas alineadas, en donde el personal encargado tomaba los datos y llenaba el formato correspondiente de manera eficiente.
De ahí, a los puestos de vacunación, en grupos de seis personas. Me gustó muchísimo que nos mostraron las jeringas, para que verificáramos que estaban nuevas, sacaron el “frasquito” de la vacuna de una hilera, para que nos percatáramos de que se estaba respetando “la cadena fría” que necesitan todos los biológicos.
También, nos mostraron cómo reconstituían la vacuna (al aplicarle el diluyente para mezclarla) haciendo énfasis y explicando, antes de la aplicación, que la jeringa contenía 0.3 ml.
Ni el piquete ni el líquido me dolieron. Habían trascurrido 35 minutos desde mi llegada. Nos trasladaron a otra sección en donde los ya vacunados esperaban un tiempo prudente de observación para asegurarse de que no se presentaran efectos colaterales. En 50 minutos ya caminaba hacía mi automóvil, más que satisfecho, en esta ocasión con mi (obsequio) botellita de agua y palanqueta.
Así como la primera vez me quejé de algunas situaciones, hoy no me queda más que felicitar al sector salud por la eficiencia y profesionalismo de su desempeño ¡Enhorabuena!
¡Todos muy amables! No miento al decirles que por momentos me emocioné. “Al César lo que es del César” … y a Dios …. “adiós … que te vaya bien”.
Las opiniones vertidas en este artículo son responsabilidad de quien las emite y no de esta casa editorial. Aquí se respeta la libertad de expresión.
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