
Eduardo Brizio
11, noviembre 2025 - 4:18
El infortunio cubrió con su manto la cancha del Estadio Cuauhtémoc de Puebla en el enfrentamiento entre la Máquina Celeste de Cruz Azul y los Pumas de la UNAM. Agonizaba la primera mitad cuando el mediocampista felino Adalberto Carrasquilla “se tiró de la tercera cuerda” con los tachones por delante, volando con el cuerpo descontrolado, para impactar la espinilla del cancerbero cementero Kevin Mier, fracturándole la tibia.
El silbante en turno Fernando Hernández sacó un tibio cartón preventivo y a pesar de que fue llamado por el VAR (comandado por nuestro mundialista César Ramos) para que evaluara mejor la infracción y en su caso cambiara la tarjeta amarilla por una roja. Sin embargo, luego de la revisión en cancha el nazareno decidió “morirse con la suya” prevaleciendo la decisión original de simplemente amonestar al infractor.
Aunque hay algunos exfutbolistas que exoneran al mediocampista panameño (Carrasquilla) la gran familia del futbol mexicano se ha volcado condenando la acción considerándola de “mala leche” descalificando la sentencia dictada por el juez.
Por su parte, el portero colombiano (Mier) ha quedado fuera ya de la liguilla para contender por el título del Apertura 2025; además, se perderá los últimos partidos eliminatorios con su Selección, el Mundial de Clubes con los cementeros y muy probablemente la Copa del Mundo.
La gran incógnita que rodea este lamentable acontecimiento es en relación a la decisión que tomará la Comisión Disciplinaría de la FMF respecto a Inhabilitar al “agresor” hasta que Kevin Mier esté en condiciones de regresar a las canchas o sancionarlo con un número determinado de partidos o dejar sin castigo alguno al futbolista universitario.
Menuda responsabilidad recae sobre “La Santa Inquisición Balompédica”. El artículo 85 del Reglamento de Sanciones les faculta para inhabilitarlo; pero, ya sabemos cómo se las gastan. En mi opinión, desde que tengo uso de razón, la Disciplinaria se ha desempeñado como un tribunal defensor de los intereses de los dueños del balón sin cumplir cabalmente el propósito con el que fue creada, que no es otro que el de impartir justicia.
Muchas veces imponen una “severa” sanción a sabiendas de que, una vez que la tormenta haya dado paso a la calma, cuando el tiempo y el olvido lo hayan cubierto con su manto, bajarle el castigo.
¿Quieren apostar a que lo sancionan y luego le reducen la pena? … ¿Quién le entra?
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