
Eduardo Brizio
20, febrero 2024 - 3:30
En la última oportunidad que tuve de escribir para ustedes, les comenté (estimados lectores del Diario de Los Deportistas) el bello romance que tuvimos los Brizio con el Estadio Nemesio Diez.
Ahora, me tomo el atrevimiento de hacerles otra confidencia que inició allá, en donde “la vida no vale nada”.
Bien presente tengo yo, un singular acontecimiento que convulsionaría la vida y la historia de la familia Brizio Carter.
Era un 5 de mayo de 1983, cuando ni siquiera el destino podría sospechar que sería precisamente ese día, cuando ocurriría el debut en el máximo circuito de quien al pasar de los años sería considerado, por propios y extraños, como el mejor árbitro mexicano de todos los tiempos. Quizá la más agradable de todas las noticias, partido se celebraría en el Nou Campen de León Guanajuato en donde se enfrentarían en la última fecha del torneo, “los panzas verdes” contra los “cementeros” del Cruz Azul.
Muy temprano por la mañana hicimos el viaje por carretera; Joaquín Urrea (QEPD), polémico ex silbante y querido amigo al volante, mi hermano Arturo de copiloto y un servidor en la parte trasera de un flamante LTD.
Nos paramos para almorzar barbacoa en Palmillas y continuamos nuestro viaje, evitando pasar por Salamanca; digo, para que “no nos doliera el recuerdo”.
Todo parece indicar que, como se volvería una costumbre, realizó un estupendo trabajo.
Qué lejos estábamos de imaginarnos que años más tarde, en el invierno 1997, jugarían en el mismo escenario, los mismos equipos, dirigidos por el mismo árbitro; pero con una significativa diferencia, que se trataría de la gran final del balompié mexicano. Efectivamente, se trató de aquel legendario penal cometido por Ángel David Comizzo (porterazo) sobre Carlos Hermosillo, con la posterior ejecución de “el grandote de cerro azul”, tinto en sangre, para con “gol de oro” de por medio, escribir la historia.
¿Quieren más?, pues así llegó un domingo 14 de abril del 2002, cuando el León recibiría en el Nou Camp a los Pumas de la UNAM, en la fecha 17 del Torneo de Verano. Aunque faltaban dos jornadas para que concluyera el campeonato, los dirigidos en aquel entonces por mi estimado amigo el doctor Rafael Chávez Carretero, descenderían al averno de la Primera “A” al caer derrotados 2 a 4 por la escuadra universitaria, comandada por Hugo Sánchez.
Quizá se preguntarán por qué tengo tan presente ese dato. La respuesta es simple…porque yo fui el árbitro del partido. Por esas cosas que tuvo el destino, los Brizio y el Nou Camp tuvimos, con todas las implicaciones… otro tórrido y bello romance.
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