
Eduardo Brizio
1, agosto 2025 - 6:00
Me asombra que se le dé tanta importancia a la opinión y al dicho de una persona, para que cuando estamos ante “casos de la vida real”, delitos o atrocidades que deberían de ser condenados unánimemente y que merecerían la total indignación del “pueblo bueno” sean minimizados o no se les preste la atención debida.
Hace algunos días el futbolista en activo Javier Hernández, a quien apodan el “Chicharito”, tuvo el desatino de publicar en redes sociales unas infortunadas declaraciones en las que denigraba a las mujeres. Por principio de cuentas les diré que repruebo absolutamente lo dicho por el delantero del “rebaño sagrado”, al tiempo que escapa a mi entendimiento qué es lo que pretendía con su misógina actitud.
Por supuesto que las reacciones en las “benditas redes” no se hicieron esperar, el video se volvió viral y rápidamente se convirtió en “tender topic” creando un “ambiente de linchamiento” en su contra y le tundieron al ex goleador hasta por debajo de la lengua. Bueno, la cosa fue escalando peldaños hasta que el tema fue tratado en la mañanera por nuestra presidenta con “A” uniéndose a la unánime condena.
En lo que si no concuerdo es el limitar la libertad de expresión, por más disparatadas que nos hayan parecido sus palabras, por más que estemos en desacuerdo con él, todos tenemos derecho a decir libremente lo que pensamos. Por supuesto que no estoy celebrando el contenido de su tristemente célebre video, simplemente pienso que absolutamente todos, incluso el torpe e ignorante tienen el derecho a expresar su sentir.
Ya entrados en gastos, muchos se tomaron el atrevimiento de recordar el caso de otro futbolista, homónimo del “Águila que cae”, Cuauhtémoc de apellido Blanco, ex gobernador del Estado de Morelos, sobre quien pende una acusación de intento de violación; pero que, su “fuero constitucional”; en virtud de que ahora se desempeña como legislador en la Cámara de Diputados, impide que se ejerza acción penal alguna en su contra.
A donde pretendo llegar es a lo sorprendente que resulta el escándalo que provocó el “Chícharo” con sus desafortunados pronunciamientos, que la verdad sea dicha, por más reprobables que sean, no pasaron de ser palabras; digo, si lo comparamos con lo parca que resultó la condena pública hacia Cuauhtémoc, quien incluso fue defendido, en algunos casos a capa y espada, cuando se trata de un delito, que a todas luces… merece ser investigado.
Las opiniones vertidas en este artículo son responsabilidad de quien las emite y no de esta casa editorial. Aquí se respeta la libertad de expresión.
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