
Geoffrey Recoder
22, agosto 2025 - 6:00
Pocos lo saben, pero existen unos Juegos que para muchos son “los Olímpicos alternativos”. Se llaman World Games y en ellos se compite en deportes que en su mayoría el Comité Olímpico Internacional no ha querido —o no ha podido— incluir en su programa oficial. ¿Racquetball, flag football, muaythai, duatlón, kickboxing? Aquí sí tienen cabida. Y la sorpresa: México brilla mucho más en este escenario que en los Juegos Olímpicos.
En Chengdu 2025 nuestro país se colgó 10 medallas y terminó en el lugar 21 del medallero, con campeonas como Laura Burgos en muaythai, Anahí Álvarez en duatlón y, la joya de la corona, la selección femenil de flag football que derrotó a Estados Unidos. Sí, le ganamos a los inventores del fútbol americano en su propia versión “sin tacleo”. ¿Cuándo vimos algo parecido en Olímpicos? Estas victorias sacudieron la narrativa del deporte mexicano, esa que siempre nos repite que “no podemos competir con las potencias”.
La pregunta incómoda: ¿por qué México gana más en los World Games que en los Juegos Olímpicos? La respuesta está en la entraña de nuestro sistema deportivo. En los Olímpicos enfrentamos a potencias con presupuestos millonarios, aplicación estricta de metodología del entrenamiento deportivo y ejércitos de especialistas en fisiología, psicología, nutrición, biomecánica y demás ciencias aplicadas. Nosotros lidiamos con recortes presupuestales, burocracia eterna y un sistema nacional de cultura física y deporte complicado, que muchas veces funciona como obstáculo que como aliado.
Pero en los World Games la historia cambia. Allí entran en juego deportes donde México tiene tradición real: la raqueta, las artes marciales, los deportes urbanos y alternativos. Disciplinas que no dependen tanto de los presupuestos oficiales sino del esfuerzo privado, de clubes, academias y universidades que han construido su propio camino. Ahí el entrenador local, el que pulió a Paola Longoria en racquetball o a nuestras gladiadoras del flag, puede competir con cualquiera y vencer sin complejos.
La conclusión es dura como reveladora: mientras en Olímpicos nos cuesta trabajo sostener un promedio de 4 medallas por ciclo, en los World Games podemos mirar de frente al mundo y decir: México también es potencia, pero en los deportes no olímpicos. Y quizá esa sea la verdadera radiografía: en el país de las contradicciones, brillamos más donde nadie espera, donde los reflectores del deporte profesional y olímpico no alcanzan, y donde el orgullo nacional se construye con garra, sudor y, sobre todo, con la pasión de quienes nunca se rinden.
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