
José Ángel Rueda
30, julio 2025 - 6:00
Clavados es un deporte que genera un vínculo curioso con el espectador, porque en apariencia no necesita de mucho para enganchar a quien lo ve. A pesar de que el aficionado es consciente de que los giros y las vueltas algún valor tienen, la percepción final queda condicionada por la entrada al agua. Todo suele ir perfecto hasta que las gotas salpican en mayor o en menor medida, y en eso radica el éxito del clavado, según nosotros, claro. Las calificaciones a veces concuerdan con lo que uno ve, pero en realidad la experiencia es más bien intuitiva.
Por alguna razón del destino, en México somos buenos para ese deporte. La sensación de saber que algún mexicano peleará en los grandes escenarios ha convertido en una tradición sintonizar los Juegos Olímpicos para vivir el vértigo de las competencias. Las voces de los legendarios comentaristas se escuchan en los hogares mexicanos, y a veces hasta en las escuelas, como esos recuerdos que quedan para siempre y que años después son capaces de narrarse con la nitidez de entonces.
Así nos hemos emocionado con las hazañas de Joaquín Capilla, Juan Botella, Álvaro Gaxiola, Carlos Girón, Jesús Mena, Fernando Platas, Paola Espinoza, Tatiana Ortiz, Laura Sánchez, Germán Sánchez, Iván García, Alejandra Orozco, Gaby Agúndez, Juan Celaya y Osmar Olvera, los protagonistas de las 17 medallas olímpicas que la disciplina ha dado.
Los clavadistas atribuyen el éxito al carácter del mexicano, siempre echado para adelante, aunque es probable que lo digan para no revelar sus secretos. Lo cierto es que la portentosa escuela resiste al paso del tiempo, quizá porque siempre hay un ejemplo a seguir.
Hace meses, por ejemplo, pocos días después de París, Osmar Olvera visitó la redacción del periódico. Una vez finalizada la entrevista, el doble medallista caminaba por las calles aledañas y de pronto llegó un niño a las carreras. ¿Eres Osmar Olvera? Le preguntó, como para confirmar lo que sus ojos ya veían. Su mamá pidió perdón por la interrupción y luego tomó una fotografía con su hijo casi en lágrimas. No lo sabemos, pero es probable que ahí haya nacido un futuro medallista olímpico.
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