
Eduardo Brizio
9, agosto 2022 - 5:00
¿Qué les pareció, estimados lectores del Diario de los Deportistas, la actuación de los Pumas al disputar el Trofeo Joan Gamper? La verdad sea dicha, al más puro estilo de Juan Charrasqueado, “no les dieron ni tiempo de montar en su caballo”, cuando se enteraron de que el árbitro ya había pitado el inicio del encuentro, ya iban perdiendo cuatro goles por cero.
Aunque digan que “mal de muchos; consuelo de tontos”; pues el hecho de que el León se haya llevado la misma cantidad de goles hace algunos ayeres, cuando se presentó en el Camp Nou, en su calidad de “bicampeón de México”, sirve como un paliativo.
Y es que, cuando la diferencia, en cuanto a calidad balompédica se refiere, es tan abismal, hay poco que agregar.
Así, llegaron muy frescos a mi memoria recuerdos de mi juventud, cuando con toda la palomilla de la colonia nos organizamos para formar un equipo de futbol.
Debido a la relativa cercanía con el Museo Diego Rivera, atinamos a llamarlo el Anahuacalli, nombre que el maestro daba a la casa que donó al pueblo de México.
En virtud de que los hijos de Pedro Nájera, sí “El 7 Pulmones”, recio medio de contención del América, quien por aquellos días fungía ya como preparador físico de los emplumados, eran vecinos e integrantes del equipo, nos consiguieron un partido para enfrentar a las fuerzas inferiores.
Nos compramos uniformes nuevos para el magno acontecimiento y terminamos perdiendo el encuentro, “de cara al sol”, “vendiendo cara la derrota”, con apretado marcador de ocho goles por uno en nuestra contra.
Se podía alegar en nuestro favor que “ellos” eran mayores; es decir, el poderoso Anahuacalli promediaba los 16 años, mientras que nuestros rivales “ya alcanzaban el timbre” y tenían como 18.
El lunes siguiente nos avisaron que “tendríamos la revancha” y ahora sí, el siguiente sábado, a las 10 de la mañana, en los campos del América, nos iban a poner unos chavos de nuestra rodada.
Para no hacer el cuento largo, de nueva cuenta vendimos cara la derrota, con la diferencia de que el marcador ahora “no fue tan escandaloso”. Perdimos al son de cinco goles por uno.
El consuelo fue que “no nos fuimos en blanco” y al menos en cada partido logramos meter un gol. No quiero sonar “petulante”; pero, los autores de los tantos fuimos, en un partido mi hermano Arturo y en el otro, quien ahora escribe para ustedes.
Por eso, desde ese día, ante el conjuro del apellido Brizio … ¡Tiembla en Coapa!
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