A unos meses de la celebración del Mundial 2026, no existe la mínima lógica para imaginar que en materia de seguridad la justa será medianamente salvable. Hace apenas unos días, con el pretexto de la marcha Pro Palestina, sobre Reforma y Juárez, un grupo de encapuchados realizó estropicios en varios restaurantes, entre ellos una cafetería, sin que ninguna autoridad moviera algún dedo.

Sin reposo, un día después, en el marco de la marcha por la masacre del 2 de octubre de 1968, decenas de comercios del Centro Histórico, entre los que destaca una joyería, sufrieron pérdidas millonarias al ser víctimas del crimen organizado, luego de que centenares de individuos encubiertos rompieron candados y cometieron saqueos ante la inacción de los cuerpos policiacos, más preocupados por su propia integridad física, dadas las agresiones que sufrieron algunos de ellos, además de periodistas y moradores o paseantes.

Para nadie es novedad que las protestas, que arrojan pintas, destrozos y asalto a negocios o transeúntes, son el pan de cada día bajo el amparo de marchas o bloqueos. Vivimos en estado de indefensión, porque con el lema de “abrazos, no balazos”, los que supuestamente nos deben de proteger se la pasan cruzados de brazos mientras observan o videan cómo la delincuencia, disfrazada de “bloque negro”, destruye, asalta o golpea a sus víctimas.

La pregunta es: ¿Los fifos están al tanto? Porque parecen más preocupados por elevar el costo de los boletos de la justa internacional, por la millonada que se van a llevar, sin que exista vigilancia hacia los más elementales protocolos de seguridad que definitivamente no son visibles en ninguna de las sedes que albergarán la contienda balompédica en nuestro país.

¿Qué va a suceder en cuanto comience a rodar el balón en el tercer Mundial a celebrarse en México? ¿Como por arte de magia desaparecerán las marchas, los bloqueos y los desmanes? ¿El transporte público dejará de ser un viacrucis? Ya hasta hay grupos que amenazan con boicotear los accesos al juego inaugural. ¿Qué más…?