Eduardo Brizio
25, octubre 2024 - 5:04
No están ustedes para saberlo, estimados lectores del Diario de los deportistas, ni yo para contarlo; pero he de relatarles que, una vez que me gradué como Médico Veterinario, con el patrocinio de mi jefe, me lancé al vecino país del norte, para aprender el idioma de Shakespeare.
Corría el mes de agosto del año 1982 y un servidor de ustedes se encontraba viviendo en la ciudad de Pittsburgh, Pensilvania. Un buen día, se anunció que, por la noche, en el Estadio de los Tres Ríos, enfrentando a los “Piratas”, estaría en la “lomita de las responsabilidades” nada más y nada menos que Fernando Valenzuela por los Dodgers. Así, en plena “Fernandomanía” recibí la generosa invitación de mis anfitriones para ir a ver “pichar” a nuestro paisano; sin embargo, el diablo metió la cola.
Resulta que mi hermano Arturo (procedente de la Ciudad de México) estaría esa misma noche en Washington, para pernoctar y continuar su viaje al viejo continente. La cosa es que mi “carnal” me llevaba el dinero que me había enviado mi papá, para seguir subsistiendo por aquellos lares, razón por la cual me vi obligado a declinar la “tentadora” invitación. Y ahí me tienen trasladándome en autobús, en un viaje como de cinco horas, a la capital de Estados Unidos, para recibir los encargos que me había mandado mi familia.
En ese tiempo, no era tan fácil enviar dinero de un país al otro, de modo que, la gran oportunidad que tuve de ver en vivo y a todo color al mejor lanzador mexicano de la historia; así como, la ilusión que invadía mi ser quedó frustrada.
Esta anécdota viene a cuento en virtud de que, a principios de semana nos enteramos de la lamentable notica de que Fernando el “Toro” Valenzuela se nos había adelantado en el camino sin retorno, a los 63 años de edad, enlutando no solamente al béisbol, sino a todo el deporte mexicano y al país entero. Se le conoció como “el hombre que puso en el mapa a Etchohuaquila”, una ranchería situada en el municipio de Navojoa, en Sonora, debido a que fue precisamente ahí, en dónde
Fernando Valenzuela Anguamea vio la primera luz un primero de noviembre de 1960.
Por esas cosas que tiene el destino, hoy, después de 43 años, se vuelven a enfrentar en el “Clásico de Otoño” los Dodgers vs. los Yankees y se anuncia que, en un merecidísimo homenaje póstumo, todos los beisbolistas de los “azules” portarán en su uniforme el legendario número 34 que orgullosamente utilizara… el “Toro de Etchohuaquila”.
Eduardo Brizio
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