
Geoffrey Recoder
19, diciembre 2025 - 6:00
La final del futbol mexicano no solo coronó a Toluca como campeón del Apertura 2025. Expuso, con números y realidades, el verdadero peso del futbol como fenómeno social, político y económico en México. Mientras algunos insisten en que el balompié es solo entretenimiento, la final confirmó que sigue siendo uno de los pocos espacios de cohesión colectiva real en el país.
Toluca no ganó desde el ruido ni desde el poder mediático. Ganó desde la estructura. Durante el torneo promedió alrededor de 27 mil aficionados por partido en el Estadio Nemesio Díez, muy por encima del promedio general de la Liga MX, que ronda los 21,500 espectadores. En total, más de 243 mil personas asistieron a sus partidos como local en el Apertura 2025. Eso no es pasión abstracta: es presencia física, consumo e identidad territorial.
La final, definida por 24 penales y un marcador de 9-8, colocó a Toluca como bicampeón y lo llevó a 12 títulos de liga, empatando a Chivas como uno de los clubes más ganadores del país. Ese dato no es anecdótico; significa historia, marca y legitimidad deportiva en un sistema que con frecuencia privilegia el negocio sobre el mérito.
En términos económicos, el impacto fue inmediato. La Liga MX moviliza a más de 3.2 millones de asistentes por torneo, con un valor de mercado cercano a los 896 millones de euros. La final activó consumo local, ocupación comercial, venta de mercancía y fortaleció el valor simbólico del club. Además, la transmisión televisiva confirmó que el futbol sigue siendo uno de los productos culturales más rentables: concentra hasta 71% del rating futbolístico en horario estelar, con un crecimiento interanual del 19%.
Políticamente, el triunfo fue capitalizado como discurso de orden, identidad y orgullo local. No es casualidad. El futbol continúa funcionando como válvula de escape social y herramienta simbólica de gobernabilidad. Mientras el país enfrenta crisis estructurales, una final bien jugada desplaza la conversación pública y recompone, aunque sea momentáneamente, el ánimo colectivo.
La final dejó una verdad incómoda: cuando hay mérito, estructura y emoción auténtica, el futbol mexicano funciona. El problema no es el futbol. El problema es todo lo que se hace mal alrededor y dentro de él.
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