Eduardo Brizio
6, agosto 2024 - 0:00
Tal parece que se ha vuelto una obligación, no solamente ponderar y admirar lo que hacen nuestros atletas en los Juegos Olímpicos; sino, que sea mal visto emitir alguna crítica hacia su desempeño, aunque su actuación nos haya quedado mucho a deber.
Tenemos como ejemplo a una corredora mexicana de 200 metros planos, que terminó en el último lugar de su hit eliminatorio; pero, que su participación es catalogada por los analistas especializados como un “hecho histórico”, debido a que hace 50 y tantos años que una compatriota no llegaba hasta esas instancias ¡Órale!
Para acabarla de amolar, en virtud de que la aludida es entrenada por el plusmarquista estadounidense Carl Lewis ya le llaman “La hija del viento” ¡No me eche inglés!
Mis respetos y reconocimiento para nuestros deportistas que se han subido al pódium; pero, mis cuestionamientos y dudas para los que no lo lograron.
Entre los argumentos más recurrentes para “defender” a los perdedores está el hecho de “victimizarlos” ponderando “todos los sacrificios que han tenido que hacer” para llegar hasta ahí, entre ellos, por ejemplo, levantarse a entrenar a las cinco de la mañana o destacar las horas que dedicaron a prepararse.
Hay millones de mexicanos que nos levantamos a las cinco de la mañana a trabajar arduamente para llevar el pan a la mesa. O hay millones de estudiantes y profesionistas que hemos pasado noches sin dormir “quemándonos las pestañas” para lograr un título universitario.
No faltan aquellos que, en el afán de descalificar una opinión en contra te retan diciendo: “A ver metete a competir en una alberca”. Sería tanto como pedirle a un atleta que, por ejemplo, “interprete un electrocardiograma”. Cada quien con sus destrezas.
Muchas veces, me he preguntado ¿Quién es más valioso para la humanidad? Un médico que atiende emergencias, que trabaja 48 horas y descansa 24; pero, que en cada turno salva 3 ó 4 vidas; comparado con un individuo que tiene la habilidad de, compitiendo en lanzamiento de bala, mandar la esfera metálica de 7.2 kilogramos a 22 metros de distancia, siendo el octavo del mundo en poseer dicha habilidad.
Igualmente se ha vuelto recurrente repetir que “No tenemos nada que reprocharles” ¡Difiero!, hasta donde yo entiendo muchas de: sus becas, las instalaciones en donde entrenan, los viajes, premios y necesidades, son costeadas por el gobierno. Luego entonces, nuestros impuestos; es decir, nuestro dinero, se emplea para que ellos intenten traer una medalla para México … ¿Cómo no vamos a tener derecho a reprocharles?
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