Eduardo Brizio
31, enero 2025 - 3:14
Llamó mi atención, ahora que el colombiano James Rodríguez debutó con los panzas verdes del León, ingresando de cambio al terreno de juego en el minuto 63, dentro de la fecha dos del presente torneo, en el Estadio Jalisco cuando su nuevo equipo enfrentaba a los rojinegros del Atlas, que sin más, de manera “entreguista” lo hayan “ungido” como el capitán del equipo.
Digo, no me parece un asunto menor otorgarle la capitanía a quien no conoce la brillante historia de la escuadra felina.
Por ejemplo, en el Real Madrid está reglamentado que el honor de portar el gafete en el brazo le corresponderá al futbolista que más tiempo lleve perteneciendo a la institución.
Usualmente el capitán es aquel jugador que representa la identidad de los colores que defiende. Es un líder, alguien que se ha ganado la confianza, el respeto y el cariño de: sus compañeros, personal técnico, directivos y aficionados.
El ejemplo a seguir, muestra de pundonor, orgullo y disciplina, dentro y fuera de la cancha. El primero en llegar a las prácticas y el último en retirarse.
Desde el punto de vista reglamentario, aunque no goza de prerrogativas especiales para “reclamarle al árbitro” o entablar conversación con los colegiados, es el garante del buen comportamiento que deben de brindar sus compañeros respetando el juego limpio.
Su liderazgo debe permear desde el vestidor hasta el campo, debe actuar como interlocutor con la directiva para solventar cualquier diferencia. Levantar el ánimo y conciliar diferencias. Sin mencionar que representa al director técnico en la cancha, tratando de que se lleve a cabo la estrategia planeada.
El papel del capitán, aparte de ser un privilegio, implica una gran responsabilidad.
No me vengan con que desde antes de que llegara ya sabían que James llenaba dicho perfil, si ni siquiera lo conocían.
Ojo, nadie duda de que se trate de un futbolista de élite, con mucho talento y calidad en sus botines y que por lo que ha mostrado hasta el momento, todo parece presagiar que tendrá una estancia muy productiva con los felinos.
Seguro estoy de que James no conoce la canción que entonan, poco más de 30 mil gargantas, al término de cada partido desde las tribunas, atiborradas, del Estadio Nou Camp de León.
Tampoco sabe quién es el autor de la misma, ni lo que significa para los mexicanos el filósofo de la canción vernácula don José Alfredo Jiménez.
Ignora que “En León Guanajuato la vida no vale nada” por lo que yo no le hubiera dado el gafete de capitán hasta que por lo menos se aprendiera … “Camino de Guanajuato”.
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