José Ángel Parra
14, noviembre 2023 - 5:46
Eran otros tiempos. Entonces no existía el Internet y las computadoras portátiles apenas incursionaban en algunos medios de comunicación, mas nunca para llevarlas a un estadio de futbol. La mayoría todavía usábamos las antiguas máquinas de escribir, y la forma de enviar la información era vía fax. En el deporte de las patadas no existía VAR ni meticulosas revisiones. Los árbitros se regían por la ley del “local”, y las planchas arteras eran pan del diario. A veces ni se marcaban los faules. Y, en Centroamérica, era como “amar a Dios en tierra de indios”, conforme a la enseñanza predicada por el caduco adagio.
Los viajes a San Salvador y Tegucigalpa resultaban auténticas travesías. Los jugadores tenían que ser genuinos kamikazes para sobrevivir al desafío que representaba una plaza hostil. Era la guerra, pues…
El tiempo al que me remonto data de hace poco más de tres décadas. ¿La plaza?, Tegucigalpa. ¿Y el partido? Honduras vs México, correspondiente a la eliminatoria rumbo al Mundial de Estados Unidos 1994. La FIFA sólo concedía un boleto a la Concacaf, porque el otro ya lo tenían los anfitriones gringos. Así que había que ganar para seguir con vida y viajar a Toronto por la clasificación.
A las mentadas, a partir del arribo al aeropuerto, se sumaban las “serenatas”, los grotescos “baños” en el reconocimiento de cancha, mediante la actualización de aspersores de riego, y ya ni se digan los recordatorios al himno en la ceremonia protocolaria, adicionales al concurso de patadas y codazos de los rudos catrachos, sin pasar por alto la monumental bronca que obligaría a la intervención del ejército en aquel lejano 1993.
Quizá por ello el otrora estadio Nacional Tiburcio Carías Andino (hoy Chelato Uclés) dejaría de ser el escenario ideal para recibir a México. Eso sí, el carácter exhibido por aquella generación dorada (la de los Campos, Aspe, Suárez, España, Ramírez Perales, Ambriz, Patiño, Flores, García, Sánchez, entre otros) aún prevalece como ejemplo de ese extraviado orgullo nacional.
Sin embargo, hoy ese violento recuerdo debe quedar en el olvido, aunque el próximo viernes, en los cuartos de final de la Nations League, se vuelva a activar la brava plaza hondureña en pos del pase a la Copa América. Amor y paz.
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