
José Ángel Rueda
5, noviembre 2025 - 20:47
Para no ponernos filosóficos, he preferido buscar el significado de la palabra destino. La definición refiere al concepto por el cual “una persona cree que los eventos o las acciones están determinadas”, es decir, que pase lo que pase, sin importar el orden de las cosas, hay una fuerza que define lo que somos.
Descubrir la manera en la que trabaja el destino es una de las cosas más apasionantes de la vida, porque casi siempre somos conscientes de ello una vez que sucede aquello para lo que estábamos destinados. Uno puede tener fe en que determinada cosa haya pasado por algo, pero solo es hasta que hay un resultado que los misterios toman cierto sentido.
Aunque el concepto aplica auténticamente para todo, a este pensamiento llegué gracias al deporte, esa extensión de nosotros mismos que nos permite ser parte de algo y a la vez vivirlo a través de los otros. La idea de que un equipo está destinado para algo aparece de vez en cuando y el aficionado observa el fenómeno con asombro.
Más de uno, por ejemplo, habrá tenido la certeza de que los Dodgers iban a ganar la Serie Mundial al advertir las señales. La pelota incrustada en el acolchado de la barda del jardín central. La idea de que si esa pelota hubiera botado un centímetro adelante o un centímetro atrás, el devenir de la Serie habría sido otro, y quizá un juego siete no habría siquiera existido. Aquel out en home, que por una milésima de segundo pudo haber sido un safe y el eventual triunfo para los Blue Jays. Solo hasta el final, cuando los Dodgers ganaron, se entendió que pasara lo que pasara, el resultado era una cosa del destino.
Aunque hay miles de títulos que se han definido así, recuerdo algunos con más claridad que otros. La recepción de Edelman en la remontada de los Patriots ante los Falcons. El doble poste de Cruz Azul ante América, en aquella final del 2013. La atajada del Dibu a Kolo Muani en la final del Mundial, o la Dudek, al Milan en Champions. La vida que salva el equipo destinado a ganar y la condena que supone para el perdedor hacerlo casi todo y aun así no poder.
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