
Eduardo Brizio
29, octubre 2025 - 4:34
Durante la jornada 15 del Apertura 2025 en la LigaMx un par de futbolistas tuvieron el infortunio de sufrir sendas lesiones. Uno de ellos fue Campillo, del rebaño sagrado, quien sufrió la fractura del quinto metatarsiano y el otro Alexis vega del Toluca, quien se desgarró el muslo derecho. Hoy hace un buen día, estimados lectores del diario de los deportistas, para contarles una experiencia personal en ese sentido.
La ruptura del ligamento cruzado anterior —en la rodilla obviamente— es quizá, la lesión más temida por muchos, en especial por los futbolistas. Lo viví en carne propia y pude ser testigo de la evolución que han experimentado las técnicas quirúrgicas ortopédicas, en cuanto a la reconstrucción plástica de dicho ligamento se refiere.
En 1980, sufrí su ruptura, en la rodilla derecha, la cirugía, con todo respeto, era una “carnicería”; ya que, el daño quirúrgico que se producía en el paciente, ¡era terrible! La incisión, abarcaba prácticamente toda la rodilla, dejando aquella cicatriz que era conocida coloquialmente como “la sonrisa”.
El material para la “osteosíntesis” era abundante —quedaba uno como ferretería, con tantos tornillos y alambres— no conformes con ello, le aplicaban —por espacio de un mes— una férula para inmovilizar el miembro afectado, que cuando por fin era retirada, no solamente había producido una atrofia muscular impresionante; sino que, dejaba la articulación, literalmente anquilosada (sin poder doblarse), lo que obligaba a que las sesiones de rehabilitación, se convirtieran en un verdadero martirio, pudiéndose equiparar en esos momentos, con “los separos” de una policía muy similar a “la perjudicial”, de un país muy semejante al nuestro, torturando al sospechoso. La verdad sea dicha, el peor dolor físico al que ha sido sometido mi cuerpo, es el de rehabilitarme de esa artroplastia, no miento al decir que, en muchas de las sesiones, lloré —eso sí; como lloran los hombres—.
Desgraciadamente, quiso el destino que en 1991, por esas cosas que tiene la vida, se me rompiera el ligamento cruzado, ahora en la rodilla izquierda. Con solamente once años de diferencia, ¡Qué manera tan dramática de progresar de la medicina, en ese campo! Fui sometido a una cirugía artroscópica, con una mínima invasión, con escaso material implantado en la articulación. Unas horas después de la intervención, ya un aparato me movía en forma pasiva la pierna, flexionando la rodilla, durante ocho horas diarias —evitando con ello, la atrofia muscular— Aunque la terapia de recuperación no estuvo exenta del dolor… la diferencia fue abismal.
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