Hace muchos años que la angustia se convirtió en un padecimiento crónico para JC Chávez, debido a los diversos problemas personales de su hijo Julio y los cuales finalmente llevaron a este último a un centro de detención en Estados Unidos, a raíz de una denuncia por parte de las autoridades de nuestro país, que le endilgan supuestos vínculos con una organización delictiva. Ya en México, sus abogados lograron que pueda continuar su proceso judicial en libertad.

Conocemos a Julito desde que era niño, a través de nuestros incontables viajes a Culiacán, para entrevistas, y en las oportunidades en que acudíamos a los combates del César del boxeo, con Chávez hijo como parte del equipo.

Es entendible que al radicar en Sinaloa y ante la enorme fama de Julio papá, se diese la presencia de gente relacionada con los bajos fondos, en su mayoría paisanos suyos, en convivios del legendario campeón. O, como él lo ha confirmado, que se viese forzado a asistir a fiestas de “capos”, porque ¿quién se atrevería a desairar una invitación de esa clase de individuos?

Luego de ser el primer monarca mundial de peso medio mexicano, el Júnior llegó a ser detenido en EU por conducir en estado “inconveniente” y se hizo común saber que fumaba cannabis. El boxeo era para él casi como un juego, pues llegó a tener con el alma en un hilo a un promotor colosal como Bob Arum por no saber en qué peso se presentaría a las ceremonias reglamentarias del pesaje. Pero atrás de esa imagen existe un muchacho incluso ingenuo, inocente, y de buenos sentimientos.

No abordaré los detalles de los cargos que le imputan, aunque eso de que “golpeaba los rivales de la organización”, me parece que raya en lo delirante.

La razón principal por la que generalmente los jóvenes ingresan a las filas de la delincuencia, es el dinero. Desde que nació, Julio Jr. no ha tenido carencias económicas. Ha ganado sueldos muy por arriba de lo normal desde que era un novato y ha obtenido millones de dólares en distintas contiendas, como sucedió contra Jake Paul.